martes, 15 de septiembre de 2015

My Sister

Por alguna razón, he evitado hablar de mi vida personal en mi blog. Pero hoy me siento libre de hacerlo, así que les voy a contar un poquito. Una de las cosas más personales que puedo contarles, es mi relación con mi hermana. Claro, uno de los sentimientos más lindos que podemos tener, es el amor a nuestros hermanos. En mi caso, mis padres me premiaron con la mejor hermana de todas: Loretito.

Antes de que yo naciera, mis padres esperaban un niñito. Mi madre esperaba ponerme Osmán Evaldo, nombre de mi padre y abuelo materno. Doy gracias a Dios por haber nacido niña. En cambio, mi padre quería ponerme Mario, nombre de su hermano menor. Mi mamá se opuso rotundamente y se argumento diciendo que los padres le ponen a sus hijos su nombre, por lo tanto, a mi tío le corresponde tener un hijo que se llame Mario, mientras que a él, un hijo Osmán. Bueno, mi madre no tiene hermanos, así que no entiende a mi papá, no entiende el amor y esa unión que uno tiene con los hermanos. Pero la discusión se acabó cuando nací niña.

Años después, mi tío tuvo su primogénito, un niño, la prueba viviente de que mi mamá se equivoca. Claro, este niño no se llama Mario, se llama Osmán. Mi tío le regaló a su hermano el privilegio de que su primer hijo llevara su nombre.

Me gusta mucho esta historia de mi papá y su hermano. Fueron muy apegados de niños y jóvenes. Y ahora, que ambos tienen sus familias, sus casas, sus vidas, ese amor no se enfría.

Mi hermana ha sido uno de los mejores regalos que me han dado. Aunque cuando niña peleábamos todo el tiempo, también era mi compañera de juegos y mi cómplice en las maldades. Ya más jóvenes, mi hermana era mi yo en una versión mejorada. Salimos a muchas partes juntas, nos guardamos secretos que llevaremos a la tumba y nos protegimos una a la otra.

Supongo que decirle lo que siento no es suficiente, las palabras no se acomodan a lo que quiero expresarle. Quizás, la única manera de decirle lo mucho que la quiero es poniéndole su nombre a una de mis hijas.

lunes, 14 de septiembre de 2015

Chat

Hace unos años, me toco defender el chat en un debate de “Chat v/s Conversación” (face to face, skype o teléfono). Obviamente yo tenía el peor lugar que defender. Cualquiera podría decir, que me enfrenté a una batalla que ya estaba perdida, pero no fue tan así.

Es cierto, que la conversación face to face, skype o teléfono tienen muchas ganadas, especialmente porque con un tono de voz o una expresión facial uno puede reconocer el estado de animo de receptor durante la conversación. Además, es lo que estamos acostumbrados a reconocer. Así que obvio que es más fácil este tipo de comunicación cuando se compara con el Chat. Pero la verdad, es que sólo nos falta conocer el chat y usarlo bien.

No estamos en un debate ahora, y aunque me encanta conversar y expresarme con mi cara y cuerpo, puedo manejar muy bien una conversación por Chat. Puedo reconocer si mi receptor esta inquieto, aburrido, contento, triste e incluso puedo dar un abrazo cibernético. Por su puesto, necesito que mi interlocutor sepa chatear.

Los conocimientos básicos que necesita una persona para chatear, es el conocer el teclado y el orden de las letras. Si el chat es lento, la expresión o sentimiento puede pasar y no ser expresado en la conversación, o puede hacer que la persona piense antes de hablar, cosa que no se da tan fácilmente en una conversación hablada. Así que, si ambas personas escriben rápido en el teclado, la conversación no tendría por qué ser tan diferente a la hablada.

Otra cosa que se necesita para chatear correctamente, es saber usar los emoticons. Estos reflejan nuestras expresiones faciales. Así podemos cambiar un frío “Te extraño” por un triste “Te extraño :(“. Realmente, no puedo concebir la idea de no chatear con emoticons. Enriquecen nuestras oraciones. Así el receptor podrá sentirnos, sin escucharnos ni vernos.

No creo que sean las únicas dos claves para conversar naturalmente por chat como lo hacemos en persona, pero, al menos son las dos más fáciles de llevar a cabo. Y la tercera clave, podría ser: Tener buena ortografía. Al menos al chatear conmigo. Uno podría dejar de sentir lo que el otro nos quiere expresar, sólo con distraernos con su mala redacción u ortografía.

Para los que hemos usado el chat durante años, para aquellos que pasamos de ICQ a MSN Messenger, probamos Skype por la cámara y micrófono, Google Talk por la facilidad de tener nuestros contactos del correo electrónico o nos vimos obligados a usar Messenger de Facebook sólo porque por ahí nos hablan algunos. Aunque, finalmente nos hemos quedado con Whatsapp en vez de Line o Viber. Todos nosotros, la generación del chat, probablemente extrañamos algunos emoticons que nos dio MSN Messenger y que nos han robado las otras aplicaciones, como:
El monito de lentes que se ve súper perno 8-│
El monito rojo enojado :@
El que parece que lo pillaron en algo malo :S
El fiestero <:o)
Y el que yo más extraño, el que usaba para prometer que no se lo contaría a nadie, el monito que tenia un cierre en la boca :-#

Y como olvidarnos del famoso “zumbido”, que despertaba cualquier conversación con su molesto sonido y movimiento de pantalla. Aquí estamos, esperando que pronto resuciten y enriquezcan nuestras cotidianas conversaciones.

viernes, 4 de septiembre de 2015

La Regla

Los hombres han tratado de entender a las mujeres por años o siglos, sin siquiera acercarse a la verdad de nosotras. Aunque para las mujeres, entender a un hombre es sencillo, básicamente porque ellos son sencillos, desde sus pensamientos: básicos, hasta su cuerpo: aún más básico. Les decimos que son el sexo fuerte, sabiendo que en realidad es nuestro cuerpo el que está preparado para ser más fuerte, no sólo por el hecho indudable de tener un hijo, sino por la preparación que hace todos los meses para la gestación y luego eliminar todo ese trabajo en un par de días. Mientras nos retorcemos por dentro y el espejo nos dice que estamos más feas que nunca, seguimos caminando como si nada.

La regla empieza con esos avisos, pequeños dolores abajo de la guatita. Estos nos avisan que es hora de asegurarse de que tenemos todo para recibir la menstruación: toallas higiénicas, calzones apropiados, orégano o manzanilla y cero panoramas. Lo que menos necesitamos es un carrete o siquiera un evento social en que tendremos que poner buena cara. Si podemos quedarnos acostaditas, mucho mejor. Y si podemos contar con la compañía de una buena película, mientras nos acurrucamos al guatero, ya estamos listas.

De toallas higiénicas podríamos hablar un buen rato, nunca nos vamos a poner de acuerdo, por eso hay de tantos tipos y tamaños. Tenemos las sin alas, que de solo imaginarlas, me siento manchada. Las de tela que son suavecitas, pero para mi gusto, un poco inseguras. O las de malla, que me dan un poco de alergia en las piernas. Están las que te dan indicaciones, que te avisas que lado es para adelante, que la primera vez fue fundamental, pero a estas alturas es información de más, aunque… ahí esta uno, leyéndolas.

Bueno, recordando mi primera toalla y mi primera lectura de indicaciones, llegué a mis recuerdos de mi primera regla. La verdad, es que mi primera regla llegó gracias a la primera regla de mi hermana chica. Fue el empujón que necesitaban mis flojos ovarios para ponerse a trabajar, envidiosos de ser los últimos. Se supone que uno esta preparada para la primera regla, pero la verdad es que la toalla higiénica es un poco intimidante. Y los padres con sus abrazos y palabras de felicitaciones no ayudan mucho. Por una parte, estamos contentas de ser mujeres de verdad, pero por otra, todo es confuso. Y si esto es acompañado con charlas sobre hombres, sexo y bebés, todo es aún peor.

Junto con la regla, están las visitas al baño, el lugar más frío de toda la casa. Nuestra temperatura nos dice que no vayamos, pero sentimos la necesidad de ir, simplemente a revisar si todo va bien. Ahora, si estamos con alguna amiga, no podemos dejar de decirle: “Mírame si estoy manchada”. Estar manchadas es lo peor que podría pasarnos. Pero, para el resto, lo peor ya está pasando, seguramente estamos idiotas o sensibles, y no saben llevarnos… De ahí nace todo este cuento de tratar de entendernos…