viernes, 4 de septiembre de 2015

La Regla

Los hombres han tratado de entender a las mujeres por años o siglos, sin siquiera acercarse a la verdad de nosotras. Aunque para las mujeres, entender a un hombre es sencillo, básicamente porque ellos son sencillos, desde sus pensamientos: básicos, hasta su cuerpo: aún más básico. Les decimos que son el sexo fuerte, sabiendo que en realidad es nuestro cuerpo el que está preparado para ser más fuerte, no sólo por el hecho indudable de tener un hijo, sino por la preparación que hace todos los meses para la gestación y luego eliminar todo ese trabajo en un par de días. Mientras nos retorcemos por dentro y el espejo nos dice que estamos más feas que nunca, seguimos caminando como si nada.

La regla empieza con esos avisos, pequeños dolores abajo de la guatita. Estos nos avisan que es hora de asegurarse de que tenemos todo para recibir la menstruación: toallas higiénicas, calzones apropiados, orégano o manzanilla y cero panoramas. Lo que menos necesitamos es un carrete o siquiera un evento social en que tendremos que poner buena cara. Si podemos quedarnos acostaditas, mucho mejor. Y si podemos contar con la compañía de una buena película, mientras nos acurrucamos al guatero, ya estamos listas.

De toallas higiénicas podríamos hablar un buen rato, nunca nos vamos a poner de acuerdo, por eso hay de tantos tipos y tamaños. Tenemos las sin alas, que de solo imaginarlas, me siento manchada. Las de tela que son suavecitas, pero para mi gusto, un poco inseguras. O las de malla, que me dan un poco de alergia en las piernas. Están las que te dan indicaciones, que te avisas que lado es para adelante, que la primera vez fue fundamental, pero a estas alturas es información de más, aunque… ahí esta uno, leyéndolas.

Bueno, recordando mi primera toalla y mi primera lectura de indicaciones, llegué a mis recuerdos de mi primera regla. La verdad, es que mi primera regla llegó gracias a la primera regla de mi hermana chica. Fue el empujón que necesitaban mis flojos ovarios para ponerse a trabajar, envidiosos de ser los últimos. Se supone que uno esta preparada para la primera regla, pero la verdad es que la toalla higiénica es un poco intimidante. Y los padres con sus abrazos y palabras de felicitaciones no ayudan mucho. Por una parte, estamos contentas de ser mujeres de verdad, pero por otra, todo es confuso. Y si esto es acompañado con charlas sobre hombres, sexo y bebés, todo es aún peor.

Junto con la regla, están las visitas al baño, el lugar más frío de toda la casa. Nuestra temperatura nos dice que no vayamos, pero sentimos la necesidad de ir, simplemente a revisar si todo va bien. Ahora, si estamos con alguna amiga, no podemos dejar de decirle: “Mírame si estoy manchada”. Estar manchadas es lo peor que podría pasarnos. Pero, para el resto, lo peor ya está pasando, seguramente estamos idiotas o sensibles, y no saben llevarnos… De ahí nace todo este cuento de tratar de entendernos…

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