Los hombres
han tratado de entender a las mujeres por años o siglos, sin siquiera acercarse
a la verdad de nosotras. Aunque para las mujeres, entender a un hombre es
sencillo, básicamente porque ellos son sencillos, desde sus pensamientos:
básicos, hasta su cuerpo: aún más básico. Les decimos que son el sexo fuerte,
sabiendo que en realidad es nuestro cuerpo el que está preparado para ser más
fuerte, no sólo por el hecho indudable de tener un hijo, sino por la
preparación que hace todos los meses para la gestación y luego eliminar todo
ese trabajo en un par de días. Mientras nos retorcemos por dentro y el espejo
nos dice que estamos más feas que nunca, seguimos caminando como si nada.
La regla
empieza con esos avisos, pequeños dolores abajo de la guatita. Estos nos avisan
que es hora de asegurarse de que tenemos todo para recibir la menstruación:
toallas higiénicas, calzones apropiados, orégano o manzanilla y cero panoramas.
Lo que menos necesitamos es un carrete o siquiera un evento social en que tendremos
que poner buena cara. Si podemos quedarnos acostaditas, mucho mejor. Y si
podemos contar con la compañía de una buena película, mientras nos acurrucamos
al guatero, ya estamos listas.
De toallas
higiénicas podríamos hablar un buen rato, nunca nos vamos a poner de acuerdo,
por eso hay de tantos tipos y tamaños. Tenemos las sin alas, que de solo
imaginarlas, me siento manchada. Las de tela que son suavecitas, pero para mi
gusto, un poco inseguras. O las de malla, que me dan un poco de alergia en las
piernas. Están las que te dan indicaciones, que te avisas que lado es para
adelante, que la primera vez fue fundamental, pero a estas alturas es
información de más, aunque… ahí esta uno, leyéndolas.
Bueno,
recordando mi primera toalla y mi primera lectura de indicaciones, llegué a mis
recuerdos de mi primera regla. La verdad, es que mi primera regla llegó gracias
a la primera regla de mi hermana chica. Fue el empujón que necesitaban mis
flojos ovarios para ponerse a trabajar, envidiosos de ser los últimos. Se
supone que uno esta preparada para la primera regla, pero la verdad es que la
toalla higiénica es un poco intimidante. Y los padres con sus abrazos y
palabras de felicitaciones no ayudan mucho. Por una parte, estamos contentas de
ser mujeres de verdad, pero por otra, todo es confuso. Y si esto es acompañado
con charlas sobre hombres, sexo y bebés, todo es aún peor.
Junto con
la regla, están las visitas al baño, el lugar más frío de toda la casa. Nuestra
temperatura nos dice que no vayamos, pero sentimos la necesidad de ir,
simplemente a revisar si todo va bien. Ahora, si estamos con alguna amiga, no
podemos dejar de decirle: “Mírame si estoy manchada”. Estar manchadas es lo
peor que podría pasarnos. Pero, para el resto, lo peor ya está pasando, seguramente
estamos idiotas o sensibles, y no saben llevarnos… De ahí nace todo este cuento
de tratar de entendernos…
No hay comentarios:
Publicar un comentario