viernes, 31 de julio de 2015

Café

Cuando uno es niño, los padres se esmeran en que uno no tomé café. Su esfuerzo está en que sus hijos amen la leche y se la tomen toda. Así que cuando a los padres les va bien con el tema de la leche, sus hijos tienen fuertes dientes que sólo se mueven con años de frenillos.

Con el paso del tiempo, todos llegamos a consumir café, no guste o no nos guste. Al principio sólo de monos, quizás si había visitas en casa, uno se aprovechaba para decir que ya teníamos permiso de tomar café y lo hacíamos enfrente del resto. Pensábamos que eso sorprendería a los tíos, pero la burla de un cuarto de cucharadita de café, no era capaz de sorprender a nadie, salvo a nosotros mismos y a los hermanos más chicos.

Poco a poco, comienza la adicción a la cafeína. Primero un café en la mañana, con la intención de despertar, cosa absurda, porque lo que a uno realmente lo despierta es la alarma o la ducha… Luego un café a media mañana para entrar en calor. Un café después de almuerzo para limpiar el estomago. Y quizás un café durante la jornada de la tarde, nuevamente para despertar o despejarnos un poco. En general, siempre hay una excusa, algo en nuestro cuerpo y mente nos dice que no es bueno tomar tanto café, pero como uno se justifica, se lo toma igual.

Con el paso de los años, ya vamos poniéndonos más exquisitos y descartamos algunas marcas, porque no da mucho color, porque el olor es a quemado y no a café, porque es muy suave, porque es muy barato, porque tiene marca de supermercado, etc. Y si vamos de visita a algún lugar y nos ofrecen de estos café, rápidamente nos vamos por el té. Y si la opción del té no existe, entonces nos esforzamos por echarnos nosotros mismos el agua, así dejamos la taza a medias o simplemente cerramos los ojos y la nariz con cada bocarada.

Pero la triste realidad, es que con el paso del tiempo, los cafés malos nos rompen el estomago, empieza la acidez, termino que escuchaba de mi madre pero no podía entender hasta que cambie de marca de café. Claro, cuando uno se cambia al café de grano, y se toma unos minutos para preparar café en cafetera, se acostumbra a la casa pasada a café y a tomar café de verdad, con cafeína de verdad y a la temperatura adecuada. Entonces, volver al café en polvo es toda una agonía, razón suficiente para escoger el té.

Otra cosa que mi madre decía es: “Si tomó café en la noche, después no puedo dormir”. ¡Qué cosa más extraña! ¿Qué relación podría haber? Porque cuando uno se acostumbra a la cafeína no importa si es noche o día, si uno tiene que dormir, simplemente duerme. Pero, llegan los días que nunca pensamos que llegaríamos, donde 6 años de casados significan luna de miel, donde una persona de 15 años es sólo un niño y donde las metas a corto plazo, para otros son a largo plazo. Sí, llegan esos días en que se me cae el carnet en una conversación de cantantes y actores. Llegan esos días en que el té ya no es la segunda opción. Llegan esos días en que el café me da acidez y no me deja dormir de noche.

miércoles, 29 de julio de 2015

Perspectivas

La perspectiva nos permite ver una misma escena, pero con diferentes resultados. La perspectiva nos permite sacarnos fotos divertidas, donde uno sale más atrás y el de adelante te tiene en su mano, o te esta comiendo. Todo depende de la posición del ojo del observador.

En la vida pasa algo parecido, solo que las perspectivas te las da el humor o la falta de este. Puedes encontrar un tremendo desorden en casa y pensar “menos mal que tenemos harta loza, sigamos ensuciando” o podrías gritar “¿acaso soy la nana? Si yo no estoy ¿nadie puede ordenar?”. Todo depende del estado de ánimo.

Pensando negativamente, podría decir que siempre fui un desastre para mis padres, realmente siempre los desilusioné. Como mi madre quedo embarazada de una casualidad, no puedo imaginar la cara de alegría de mi padre, sino sólo la de espanto. Una vez que nací, cometí las siguientes tres decepciones a mi familia.

Primero, no pesé más que otros de mi familia. Porque cuando naces, eres como un lechón, mientras más pesas, más vales. Así que yo, valía muy poco.

Segundo, mi padre vió un tremendo chocho sobre mi frente, horrorizado, pensó que sufriría haciéndome moños tirantes, de esos que uno se ve como china, con los ojos estirados. Porque a mi papá lo criaron diciéndole que el pelo crespo es feo.

Y tercero, como nací un día domingo, mi padre no tuvo un día libre en el trabajo. Cosa que a todos nos gusta tener.

Mi hermana, en cambio, no paso por nada de esto. Todos la esperábamos. Mi padre puedo entrar a la sala de parto, así que fue amor a primera vista, apenas la vio se convirtió en su hija favorita. Pesó más que toda la familia, y nadie ha podido superar ese record y eso que se adelantó dos semanas porque a mi mamá se le ocurrió envirutillar y encerar la casa, así que mi pobre hermana salió como una jirafita, pum para afuera. Además no tenía chochos y nació un día lunes. Ese día, pasé a ser la “guagua grande”…

Ahora, si cambio la perspectiva, y me pongo a pensar positivamente, diría que fui el orgullo de mis cuatro abuelos. Fui la primera nieta y eso nadie me lo puede quitar. Así que andaba en los brazos de uno y de otro. Todos me miraban y se veían reflejados en mí. “Tiene mis ojos”, “tiene mi mentón”, “tiene mi nariz”, etc. Genéticamente hablando, me parece torpe hablar de eso, es obvio que tengo un poco de cada uno, de hecho, soy un poco de cada uno. Incluso ahora, que ya tres están muertos, puedo ver cosas en mí que alguna vez ví en ellos. Soy una mezcla de cada uno de ellos. No solo los llevo en el corazón figurativo, también los llevo en mi libro de la vida.

Como soy la mayor y he tomado buenas decisiones primero que el resto, he sido un orgullo para mi familia. Pero no creo que eso sea lo más importante, yo creo que uno debe estar orgulloso de uno mismo. Tener la capacidad de mirarse al espejo y no desear cambiar nada. Ser capaz de tener una segunda oportunidad en la vida, y volver a tomar las mismas decisiones, volver a cometer los mismos errores o incluso más.

Sin concepción

Ayer terminé mis pastillas que me producen jaquecas, controlan mis hormonas, mi genio y mi carácter, además de hacerme una persona predecible, cuando el real objetivo por el que las tomo es porque impiden la concepción.

Hay días, en que las tomo sin pensar en nada, otras veces las tomo asustada porque me he atrasado, pero también hay de esos días en que tomarlas me da una especie de sentimiento de miedo, de creerme una especie de dios que tiene la vida en sus manos pero decide no crear. Este último sentimiento me atormenta, por lo menos, un par de veces al mes. Esa cosa de poder decidir por la vida de otro ser…

Claro, la anticoncepción es de lo menos natural. La humanidad ha tomado el control sobre crear o no crear, hemos tomado las riendas de formar o no formar familia, incluso de controlar la población. Uno de los grandes beneficios que venden estas pastillas es “evitar el embarazo no deseado”, pero ¿realmente existe tal cosa? Además nos venden el “planificar la familia”, pero eso es realmente creerse dios, sólo que con palabras más lindas. Nos tratan de convencer que somos los dueños de nuestra vida y de la que podría venir, somos dueños de nuestros cuerpos, somos dueños incluso de la familia. Por eso lo venden como “salud preventiva”. Eso es exactamente lo que me molesta.

Ricardo Arjona, refiriéndose al vaticano dice: “prefieren niños con hambre, que un preservativo”. No estoy de acuerdo con el vaticano. Estoy más de acuerdo con Arjona, pero ¿realmente podemos controlar la población de niños con hambre?

Maná habla del embarazo no deseado de Ana, una niña de 15, y explica que la razón fue que “el globito y la conciencia, se quedaron, en un cajón”. Al parecer, existen los casos en que una mujer preferiría no estar embarazada… claro, tiene 15…

Para el resto de las mujeres, quizás con más de 30 años en el cuerpo, “planificación familiar” no nos deja tranquilas… Quizás, deberían vendernos otro término…

lunes, 27 de julio de 2015

A-go-ta-da

Ayer llegué muerta de mi actividad de todos los domingos, así que media hora después, ya estaba durmiendo. Dormí dos horas de siesta, ví una película y a las 23hrs otra vez estaba durmiendo. Sin despertador, obvio, dejaron de hacerse hace años. Sin alarma desperté a las 8 de la mañana y a las 9, otra vez me quedé dormida. Son las 11am, y vengo despertando. Algo me hace pensar que las vitaminas que tomo todas las mañanas no son suficientes. Necesito algo más.

Hace unos años, mi papá pasó por un agotamiento y stress que lo hizo llegar a la clínica. Le hicieron una pila de exámenes, donde el diagnostico fue: Stress. De lo que me acuerdo, esa fue la razón por la que mi viejo llegó ahí… tan típico de los doctores… Así que mi papá le pidió al doctor: “Por qué no me hace dormir y me alimenta sólo de suero. Necesito descansar”. La respuesta del doctor fue emblemática: “Vaya a su casa y apague el celular”.

¿Cómo si fuera tan fácil dormirse unos días? ¿Cómo si fuera tan fácil apagarse un rato?

sábado, 25 de julio de 2015

Mi gusto

Hablando de películas ayer, donde varios estaban de acuerdo en que “El día de la Marmota” es una excelente película, y el hecho de poder ver el pasado o cambiar algo del ayer haría del presente un mejor hoy, yo no estuve de acuerdo. Esta vez, no estuve de acuerdo, no por llevar la contra, sino que la sola idea de volver ayer para cambiar mi hoy me da escalofríos, a mi me gusta mi hoy. Claro, sobre gustos no hay nada escrito. Hay excelentes películas que hablan de lo mismo, como “Volver al futuro”, película que me encanta, donde el mensaje es el mismo: cambiar el presente. Pero no me produce lo mismo que “El día de la Marmota” ni “The family man” ni “Time Lapse”.

Ahora, cuando hablamos de comidas, como los tallarines con salsa de tomate, otra vez no estoy de acuerdo. Es que me carga la salsa de tomate y un plato rojo, me mata. Incluso, considero de lo más impositivo que además te sirvan el plato con la salta revuelta en los tallarines. Casi me cuesta creer que alguien pueda comer eso y hasta disfrutarlo.

Si toca hablar sobre la belleza, otra vez, cada uno ve de manera diferente. Mi padre dice “grande, bonito”, porque a él cualquier cosa lo convence si es grande, incluso grande implica bonito y chico implica feo. Esto para una casa, un auto, un patio, un perro, un árbol, un sueldo y casi cualquier cosa. En esto me parezco a él, claro, llevo más de 30 años escuchando “grande, bonito”. Por lo mismo, me gustan los espacios grandes o que parezcan grandes. Si tienen un tremendo ventanal, entonces da la impresión de un espacio sin limites, o sea, grande, eso es hermoso para mi. Así que tanto mi padre como yo, podríamos vivir en una casa de vidrio. Cosa que algunos les atormentaría.

Mi gusto, es como mi opinión. Nadie debería juzgarme si me gusta o no el tomate. Como nadie debería juzgarme si me gusta o no el rosado.

Mi madre siempre me decía un trabalenguas:
“Si tu gusto gustara del gusto
que gusta mi gusto,
mi gusto gustaría del gusto
que gusta tu gusto.
Pero como tu gusto
no gusta del gusto
que gusta mi gusto,
mi gusto no gusta del gusto
que gusta tu gusto.”

Nuestros gustos deben estar en nuestro ADN, como muchos otros son adquiridos de la experiencia, de las historias, o son propias del aprendizaje. Por eso, no todos gustamos de las mismas cosas, no todos conversamos de los mismos temas, no todos apreciamos en el mismo grado las cosillas de la vida. Somos únicos en nuestro gusto…

miércoles, 22 de julio de 2015

“Que eso no controle tu eso”

Para poder entender el nombre de esta publicación, tengo que contarles una historia.

Hace unos años atrás, cuando todavía estaba viva mi abuelita materna (chuchu), cada vez que yo escuchaba su canción favorita, me ponía a llorar. ¡Imagínate! ¡Lloraba a mi abuelita en vida! Y me rompía el corazón la sola idea de pensar que algún día ya no estaría al lado mío, llegaría el día en que yo no tendría que ayudarla, llegaría el día en que no volvería a escuchar una y otra vez las mismas historias. Sabía que ese día llegaría y por eso no podía evitar llorar, como no lo puedo evitar ahora…

Esa famosa canción sonaba demasiadas veces en mi vida, que llegó el momento en el que tuve que hablar con un viejo amigo (viejo en todo sentido) y suplicarle que cuando esa canción sonará, por favor, le bajara el volumen. Él me escuchó un buen rato, todo mi relato entre lágrimas, entonces levantó las cejas, hizo un mini puchero y dijo: “Que eso (apuntando a mi corazón) no controle tu eso (apuntando a mi cabeza)”… Todo parecía indicar que la canción que no quería escuchar, la seguiría escuchando si dependiera de mi viejo amigo.

Sus sabias palabras me hicieron mucho pensar, y por eso las recuerdo tan bien hoy. Quién iba a pensar que me guiarían hasta ahora. Claro, cuando mis sentimientos se interponen en mi manera de pensar, cuando mis sentimientos no me dejan actuar, cuando unas palabras no me dejan dormir, entonces me digo: “que mi esto no controle mi esto”. Cuando lo logre, volveré a escribir. Por mientras, mi esto controla mi esto.

lunes, 20 de julio de 2015

Mi nombre

Cuando empecé este blog, esperaba ponerme un pseudónimo porque lo hacía más interesante. Pero por recomendaciones de Google+, lo mejor era dejar mi cuenta para el blog. Por eso ahora sale mi nombre y hasta mi foto de perfil. Pero bueno, se supone que es para mejor. Así que saben que mi nombre es Nancy Agüero, aunque ese no es mi nombre completo, obvio.

Cuando mi madre me llevó por primera vez al doctor y su asistente gritó mi nombre dijo: “María Nancy Agüero”, entonces ella pensó: “Tanto nombre para una personita tan chica”. Así que este tremendo nombre me acompañó mis primeros años de vida, y hasta la actualidad en mi casa y en casa de mis padres. Yo creo que todavía mi madre cree que tengo mucho nombre para lo que realmente soy…

En mi círculo cercano de amigos, donde se encuentra mi hermana, todos me conocen como María Nancy. Además, los amigos de mis padres y los amigos de mi hermana. Este nombre tiene para mí esa cercanía que tiene mi familia y quienes me conocen bien. Aunque sé que es más largo de lo normal, solo con que me digan así, ya siento la cercanía.

Con el tiempo, me di cuenta que ese nombre era muy largo, entonces empecé a presentarme como Nancy Agüero. Este nombre me acompañó en el colegio, la Universidad y los nuevos grupos de amigos, donde la manera en que me decía mi hermana no invalidaba el poder que tiene el resto de llamarme como quieran. Con este nombre salí del colegio, con una personalidad diferente a María Nancy de casa. Entonces me fui a la Universidad, donde ya nadie sabía mi primer nombre. Con este nombre hice mi correo electrónico, hice mi primer blog, aprendí lengua de señas chilenas y me hice un poco famosa en todos los ámbitos de mi vida. Debo reconocer que este nombre no me quedó nunca grande, lo supe llevar muy bien.

Hasta que me casé… entonces mi nuevo nombre que me acompaña es Nancy Ortiz. Este nombre no dice mucho de mí, salvo que estoy casada con un Ortiz. Aun así, me presento con este nombre y trato de hacerme una nueva reputación. Aunque ya llevo casi 6 años usándolo, y ya dice un poco quién soy, todavía siento que le falta más de mi, le falta, un poco más de fama.

miércoles, 15 de julio de 2015

Umbrales

Los umbrales de percepción son, la menor cantidad de estimulo capaz de provocar una trasmisión, una mínima reacción. En cristiano, se entiende mejor con un par de ejemplos.

Si una persona choca con el dedo gordo del pie en la pata de la cama y hace un escándalo de eso, se pone a aullar y saltar en un pie, entonces aquel golpe superó el umbral de dolor. Ahora, si la persona se soba el dedo y sigue caminando, entonces el golpe no supera el umbral y por eso no siente dolor. Es decir, la primera persona tiene su umbral de dolor muy por debajo de la segunda. Bueno, yo soy como la primera. Un golpe en los dedos de los pies, puede dejarme inválida unos minutos. Imagínense mi dolor ante un pinchazo, un pellizco o peor aún, una ridícula cosquilla.

El umbral de dolor tan bajo, hace de mí una persona débil. Un dolor de cabeza, un dolor de huesos, un golpe pueden hacerme perder el día. Una amiga dentista, de esas que se creen doctoras por estudiar odontología, me explicó una vez, que quizás mi mamá no sobaba mis heridas, razón por la que yo tampoco lo hago. Poner la mano sobre una herida ayuda a calmar el dolor, mientras que en mi caso, el dolor se prolonga con sus ondas. Considero que esta idea no es tan alocada, ya que mi madre, antes de caerme me decía: “Si te caes, te pego”. Con dicha amenaza en mente, ante una caída me levantaba en tres tiempos. Nunca me sobaba, nunca me tocaba y nunca me quejaba… hasta ahora.

También existen otros umbrales, como el del aburrimiento. Tengo un par de amigos que tienen este umbral muy bajo. Ante la pequeña monotonía en algo, se amurran, se aburren y prefieren trabajar. Este umbral demasiado bajo me cae más mal que el mío. Claro, si no hay payaseo, se aburren. Si estamos conversando, se aburren. Si estamos viendo graciosos videos de YouTube, se aburren. Lo peor es que el aburrimiento no les da sueño. Se parecen a los Sims, que cuando están aburridos no quieren estudiar, no quieren comer, no quieren hacer ejercicios, nada. Así se ponen estas personas de umbral de aburrimiento muy bajo. Son una lata. Parece que no disfrutaran de las cosas pequeñas del día a día. Siempre tienen que estar arriba de la pelota para poder sacar recuerdos, sino, solo es un día que pasa.

Hasta el momento, voy con un umbral bajo y otro alto. Voy ahora por el tercer umbral para desempatar.

El umbral bajo a la estupidez.

Hace unos días veía un programa, donde decían que el protagonista, David, no toleraba la estupidez. Tenía este umbral muy bajo. Podía respetar a las personas superiores a él, incluso podía respetar a sus pares. Pero ante una persona un poco estúpida, actuaba mal. Este umbral bajo puede ocasionar algunos problemas, como los que tuvo David. Pero lo peor de un umbral, es que no se pueden controlar del todo. Considero que tengo el umbral a la estupidez bajo cuando la estupidez viene de un hombre, de una persona de mi misma edad o de una persona que creo que es mi par. Si la estupidez viene de un niño o de una persona menor que yo, creo que la puedo tolerar… creo. Como este umbral tiene que ver con nuestras relaciones con los demás, estás pueden dañarse. Quizás puede que no nos importe la visión que tenga una persona un poco estúpida de uno, pero, siempre hay más personas mirando. No me gustaría pasar como una persona poco tolerante, o cerrada. Menos me gusta la idea que una persona un poco estúpida afecte la manera en que me vea el resto, que quizás no sean tan estúpidos. Si tan solo pudiera subir un poco más este umbral… o al menos pudiera disimular…

martes, 14 de julio de 2015

Juan Salvador Gaviota

Este libro es uno de los que te hacen leer de niños, pero que logras entenderlo y amarlo ya de grande.

Juan Salvador de apellido Gaviota, es una gaviota que ama volar. Mientras el resto de sus pares vuela solo para alcanzar su comida, Juan Salvador lo hace por entretención. No le basta con solo planear, él siempre desea ir un poco más alto.

Los padres de Juan Salvador no pueden comprenderlo y aunque tratan de ocultar los gustos de su hijo, finalmente pierden toda posibilidad de mantenerlo junto a ellos. Es una decepción para la familia. Al parecer, Juan Salvador quiere ser otro pájaro, y no una simple gaviota. Por eso, es expulsado.

¿Acaso no somos expulsados de un circulo para entrar a otro? Cada vez que queremos hacer algo diferente, hacer algo medio loco para los pares, cada vez que queremos volar alto, somos expulsados. Tal como Juan Salvador, al ser expulsado, solo quería llorar, se sentía solo. Pero, sin saberlo, en el mundo de los expulsados había otros grandes voladores, encontró a sus nuevos pares, esta vez, pares de verdad, pares con las mismas metas y gustos. Encontró su verdadero círculo, sus amigos que lo acompañarían en esta nueva etapa de la vida.

Bueno… para volar un poco más alto, a veces incluso tienes que dejar a los padres. Ellos consideran que lo mejor para nosotros es estar en el montón, ser aceptados por la sociedad. Pero no todos deseamos ser aceptados por el montón, algunos preferimos ser aceptados por nosotros mismos. Mirarnos al espejo sabiendo que lo que se muestra al mundo de nosotros, no es más que un reflejo de lo que somos por dentro…

Volar es lo mejor que podemos hacer. Ser expulsados de un mundo rutinario y sin metas, es un logro. Dejar de caminar en un camino ancho, nadar contra la corriente, es una razón para sentirnos orgullosos. Y como dijo Gandhi: “Cuando hay una tormenta, los pájaros se esconden. Pero las águilas vuelan más alto”. No solo las águilas, un par de gaviotas también.

¿Y yo? ¿Vuelo más alto?


lunes, 13 de julio de 2015

Dar y Recibir

Se dice que “hay más felicidad en dar que en recibir”. Aunque despertamos gracias a un regalo, la vida, siempre es mejor dar que recibir. Para sentirse feliz por la vida, “damos” gracias. Algunas personas prefieren que les den antes que recibir, esas son aprovechadoras. Y aunque eso prefieran, eso no las hace más felices que una persona acostumbrada a dar.

Ayer vi un video de una persona que veía a mendigos comiendo y les pedía comida. Todos, sin excepción, le dijeron que no. Algunos le explicaron que era muy difícil conseguir comida, otros lo insultaron. Entonces, cambian la estrategia y a todos les dan una pizza caliente. Los mendigos muy agradecidos, casi lloran de la emoción. Luego, comienza el experimento nuevamente. Entonces el hombre comienza a pedirles comida, considerando que esta vez no fue difícil conseguirla, pero la respuesta es la misma. A excepción de un hombre, que le ofrece un buen pedazo de pizza y lo invita a sentarse junto a él en la calle. Comen juntos la pizza y el hombre le da las gracias y mucho dinero. Entonces el mendigo llora.

Este ultimo mendigo, llora de la felicidad, de haber sido bendecido dos veces, una con pizza y otra con dinero. Pero, ¿Qué hace a este mendigo ser feliz?- La buena obra de compartir anteriormente su pizza.

Cuando uno da a otros, siempre recibe una recompensa, nos sentimos felices. ¿Acaso hay otra motivación para esta vida?

Estimados lectores, no se sientan presionados a darme, sólo denme la oportunidad de ser feliz.

jueves, 9 de julio de 2015

Fotos Familiares

Cuando pienso en fotos familiares, pienso en esas fotos de padres e hijos rubios, todos felices, promocionando un nuevo condominio. Como asegurándote que viviendo en ese lugar, tendrás hermosos hijos que disfrutarán jugar en esa placita. Claro, los que se van a vivir ahí, no son rubios, al menos no en este país. Tampoco sus hijos llegan con la cara llena de risa a casa. Y la famosa plaza se lo pasa desocupada o con una par de parejas de pololos de 13 años.

En mi familia no tenemos muchas fotos. Mi hermana y yo tenemos miles, mis padres tienen miles, pero los cuatro juntos, tenemos muy pocas. Claro, cuando nosotras éramos niñas no andábamos con un fotógrafo que quiera estampar nuestros momentos…

En mis tiempos, uf, eso sonó como abuelita. Bueno, cuando yo era niña, las fotos eran como en colores sepia y las desarrollaban en un papel fotográfico con esquinas redondas. Y la moda de esos años, no era muy bonita, de hecho parece que éramos todos feos. Si veo una foto puedo recordar lo que hacia antes de tomármela, donde estaba e incluso algunos detalles. Como en la película “Efecto Mariposa”. Esos recuerdos se quedaron para siempre ahí, en esa pequeña foto de bordes redondos.

Distinto es ahora. Soy una fanática de las fotos, no así de los videos. Escuchar mi voz me da escalofríos, es igual a la de mi hermana. ¿Pero las fotos? Las amo. Claro que no ando sacándome fotos por la vida, pero por lo menos todas las semanas. Aun así, ahora las veo y no tengo idea de donde estaba. Como tengo tantas, no siempre puedo recordar qué estaba haciendo.

Algo parecido deben sentir los papitos que les sacan fotos a sus hijos cada 5 minutos. Imposible que se acuerden de todos esos “momentos”. Y que patético será cuando esos niños vean miles de fotos y solo tengan que escoger unas 3 para su licenciatura y unas 10 para su matrimonio. Al final, la niñez se puede resumir en eso, unas 10 fotos…

Jaquecas

Soy una persona jaquecosa, desde los 13 años, edad en que me llegó la menstruación. Como mi papá y mi abuela paterna padecen de jaqueca, entonces me mandaron medio Migranol a la boca y fin del problema… al menos eso pensábamos. Con el paso del tiempo, me he hecho adicta a Migranol, Migratan o “lo más barato que se le parezca” como digo en la farmacia.

Mis migrañas son de distintos tipos, depende del ánimo, los problemas, el sol, la luna y casi cualquier cosa que pueda provocarlas.

Tengo migrañas sin aura, es decir, no veo cosas raras. Estas jaquecas son en un lado de la cabeza, generalmente en el sector derecho, aunque también tengo en el sector izquierdo. Yo siempre he dicho que mis jaquecas van bajando, porque después me toman el ojo y la mandíbula, del mismo lado. De este mismo tipo de migrañas, tengo la pulsátil, donde siento el latido de mi corazón, y estas son más invalidantes.

También tengo las migrañas con aura, que es cuando veo cosas raras, como una nubecita sobre las cosas, que se mueve conmigo. Lo peor de esto es que me afecta mi punto ciego y con el ojo derecho siento que cada vez veo menos. Grandes pintores  y escritores han aprovechado sus episodios de migrañas para describir eventos fantásticos o alteraciones visuales.

Por ser jaquecosa odio los silbidos, los tarareos, la luz fuerte, los olores ácidos, los olores de perfumes baratos, el humo, el olor a bencina y casi cualquier mal olor. Así que casi cualquier cosa que haga el resto me afecta para mal. Y como no puedo pelear con el sol, siempre me verán con lentes de sol. Uso perfumes dulces, y nada en exceso. Y si alguien está hablando muy chillón o silbando, muchas veces lo hago callar. Si puedo evitar a alguien chillón, como la cajera del Unimarc, lo hago.

La solución a mi problema es vomitar, pero no siempre lo logro. Aunque ya me hice experta poniendo mis dedos en la boca, no siempre es el mejor lugar para hacerlo. Además, el ruido espanta al resto. Aunque al principio es lo peor, sé que después estaré bien, siento que me baja la presión y comienzo a ser yo otra vez.

Como llevo muchos años en esto, y tengo jaqueca una vez por semana como mínimo, he tratado de vivir con mi problema y seguir en mi rutina. Pero, otras veces, mi sonrisa desaparece, me apago. Y los pensamientos negativos me atacan. Lamentablemente, deseo la muerte.

Se me parte el corazón recordar la primera vez que dije en voz alta “quiero morir”. Claro, el resto se desespera y comienzan a decirte lo bien que les haces y que no harían nada sin ti. Pero eso no importa, los sentimientos están dominados por la cabeza, y como la cabeza está mala, no se puede sentir nada, ni bueno ni malo.

¿Cómo ayudarme? Principalmente no decirme tonteras.
- “Yo creo que te falta tomar agua”- Como la jaquecosa soy yo, créanme cuando les digo que yo tomo agua, todos los días, de la llave. Además tomó jugo de limón siempre que tengo que salir varias horas, para prevenir.
- “¿No será el queso?”- Yo sé que el queso me hace mal y lo evito todo lo que puedo, pero a veces lo deseo. Si como queso es porque a sabiendas comí y no puedo arrepentirme ahora, no hay nada que hacer, lo hecho hecho está. Lo mismo con el vino y chocolates.
- “Deberías ir al doctor”- ¿Realmente creen que no lo he intentado?
- “No tomes Migratan”- Es realmente mi última opción, entiendo que podría tener un aneurisma en el futuro, pero si no paso el presente nunca tendré futuro.

Para mi próxima jaqueca, trataré de escribir algo fantástico, aunque creo que la luz del monitor me va a hacer peor…

miércoles, 8 de julio de 2015

Q.E.P.D

Hace un mes, me llamaron para decirme que mi prima de 23 añitos había muerto, la atropellaron a tres cuadras de su casa. Se paró, le dijo al chofer que no era nada, que estaba bien. Entonces pidió ropa limpia y su única preocupación era dar su certamen a un par de cuadras más allá. Como en todo accidente, llegó la ambulancia y sin importar lo bien que se sentía, la subieron y la llevaron al hospital. Ahí la revisaron, y la enviaron a Concepción. En la ambulancia, vomitó y así, sin despedirse, sin saber siquiera que lo último que vería sería un par de personas vestidas de blanco con un polar azul marino y un techo de color metálico. Así, sin el espacio de decir sus últimas palabras a su gente, se fue.

Cuando muere alguien no podemos evitar pensar en nuestra vida y pensar en nuestra muerte. A veces, cuando hago un viaje largo, le pido a Dios que me cuide. Claro, no siempre se pueden evitar los accidentes, entonces ruego por saber que me estoy muriendo.

Si solo supiera que me estoy muriendo, que me quedan 5 minutos, los aprovecharía para decir que fui feliz, decir que valió la pena vivir poco contigo que haber vivido mucho sola. Desearía darte mi último beso, mi última lágrima y mi última sonrisa.

Quisiera tener la oportunidad para agradecer a mis padres por la educación que me dieron, por enseñarme a mirar la luna todas las noches y detenerme en un viaje solo para mojar mis pies. Y tener el tiempo para agradecer a Dios por ellos, para que no me extrañen, sino que me recuerden. Para rogarles que me esperen y que en un abrir y cerrar de ojos nos volveremos a reunir.

Necesitaría más de 5 minutos para conversar con mi sister. Seguro empezaría con una broma, que la pondría más nerviosa y que no evitaría que igual no más lloráramos. Solo decirle que todo se lo he dicho, que no hay secretos que ella no sepa y que si tuviera otra oportunidad en la vida, no permitía que se me fuera tan lejos, como ella no permite que yo me vaya ahora.

Y si me dieran un minuto más, mencionaría a todos mis amigos por su nombre y si me alcanzara el tiempo, poder decirles por qué los admiro y los elegí para caminar junto a mí. Además, recordarles que en mi iPad tengo notas de todos mis alumnos, sus percepciones, sus dudas y las metas que tengo para con ellos a corto plazo. Si tuviera un poco más, encargaría a mis alumnos a un par de amigos.

¿Si tuviera 5 minutos? Seguiré diciéndoles lo que pienso ahora, para no necesitar mis últimos 5 minutos después.

martes, 7 de julio de 2015

¿Cambiar? ¿Adaptarme?

Para entrar en algún círculo de gente, uno debe cambiar. Para ser “pelolais” hay que tener el pelo largo, liso, ser buena para comprar, tener iPhone, no pegarle mucho a la tecnología, comer ensalada César, sushi y blue chesse, además de tener un proveedor para tu Visa. Aparte de las lucas, parece fácil poder encajar. Para ser “nerd”, tienes que usar lentes, tener el pelo chascón, saber mucho de tecnología, leer paper, blog y Twister, jugar cartas Magic o similares y por su puesto, haber visto y disfrutado La Guerra de las Galaxias, Volver al Futuro y Star Trek. Tampoco es tan difícil entrar, no son un grupo cerrado y cada vez es más numeroso.

Adaptarnos parece ser parte de nuestra formación. En eso se basa la amistad, el noviazgo y el matrimonio. Pero “adaptación” no es lo mismo que “cambiar”. Porque lo que realmente llevamos dentro, por muchas carcasas, mascaras o disfraces que nos pongamos, siempre sigue guiando nuestros pensamientos y emociones. Si las personas piensan que somos serios, pero no lo somos en casa, ¿a quien engañamos? Si en casa tenemos opinión y nos gusta debatir, pero afuera somos personas pacificadoras, que no queremos pelear ¿realmente engañamos al resto? Yo pienso, que al principio puede ser que nuestra capacidad de adaptación nos ayude a reflejar lo que queramos que la gente vea de nosotros, pero, tarde o temprano, el “verdadero yo” sale a la luz. Cambiar nuestra esencia para ser aceptados por personas que no son como nosotros o ser aceptados por personas que no nos quieren, no le da sentido a nuestra vida, solo nos distrae de nuestro objetivo y espanta a quienes sí valen la pena.

Paolo Meneguzzi dice “Por una como tu, cambiare de veras. Por una como tu, sabes que lo haré”. ¿Realmente existe alguien que sea capaz de enamorarse de una persona que cambió por uno? Acaso ¿no sería mejor, enamorarse de una persona real, autentica y que en esencia sea lo que necesitamos? Supongamos que esta persona realmente cambia por uno, entonces todo perfecto, somos tal para cual, la media naranja que dudábamos que existiera, todo lo que soñamos. Pero, y si algún día, apareciera una persona que gusta de él tal como es, sin ese disfraz de mi media naranja ¿Qué haría? Y yo, ¿Qué hago? ¿Me quedo con su disfraz colgado en mi closet, esperando que a otro le quede bien?

Mejor, oponerse a la Matrix de encajar en los círculos y ser natural. Seguro alguien también salió de su caparazón y está listo para mí. Claro, yo pienso que uno no está predestinado a estar con alguien, yo creo que nos preparamos para alguien. Creo que el camino por el que andamos nos forma, nos va creando, va creando mi personalidad. Mientras él, camina preparándose para mí, creándose para mí. Sin adaptaciones ni cambios, sólo madurez y experiencia, errores y logros, que no lo hacen mi príncipe azul, lo hacen mi complemento perfecto.

¿Estoy lista para salir de mi caparazón?


“Cuida lo ajeno como si fuera tuyo”

Este dicho si que lo encuentro ridículo. Claro, debe haber gente que cuide sus cosas, pero yo creo que uno no nace con la tendencia de cuidar sus cosas. Desde niños, nuestra responsabilidad ha sido romper las plantas de la mamá, quebrar los vasos, botar a la hermana chica, rayar los juguetes, darse vuelta carnero en el sillón, jugar a la pelota dentro de la casa, etc. Después, con los años, uno va aprendiendo que la mamá se enoja cuando uno hace eso, y trata de evitarlo, echarle la culpa al hermano o simplemente negar, negar y negar.

Cualquiera que me conozca un poco sabe que mi tendencia no es a cuidar mis cosas, parece que tengo la suerte de no romperlas. Pero si estoy triste mi teléfono se cae y no tengo problemas de usar mi iPad como individual, quizás solo para espantar al resto. Así que si me prestan algo, no me digan que la cuide como si fuera mío, quizás lo rompa, lo pierda, lo raye o lo inutilice.

Hay personas a las que les prestaría mi casa, confió en que no la quemarán ni la inundarán, pero son las menos.

Prestar cosas es algo delicado. Están esas cosas que uno ya dio por perdido, por ejemplo, mi bandeja de desayuno en la cama. La presté una vez y ya siento que no es mía.

Están esas cosas que a uno le han prestado y que espera que el dueño se olvide. Así que le informo a la que me prestó un hacha, que la dé por perdida. O sea, si se la devuelvo, me muero de frío. Y en el verano jamás me acordaré.

También están esas cosas sagradas, que prestamos y que en la retina tenemos la cara del responsable de que algo malo le ocurra. Como mi juego de póker. Sé donde está y cada vez que lo veo, encima del mueble frente a la ventana, pienso que ya es hora de que vuelva a casa. Aunque sé que está en buenas manos, algo por dentro me dice que no puede quedar mucho más tiempo ahí.

Y por su puesto, también tengo en mis manos de esas cosas sagradas de otros, como el Xbox de mi hermana. Como ella me conoce muy bien, no me dijo tontamente que lo cuidara como si fuera mío, ni como si fuera suyo. Me dijo: “Cuídalo como hueso santo”. Obvio, si yo tuviera un hueso santo, quizás lo vendería al museo, pero dejando de ser literal y para que no se echara para atrás, le dije que entendí muy bien su idea.

Y por último, están esos prestamos de plata, claro, estos siempre parecen ser más importante. Y como bien dice un proverbio “el que toma prestado es siervo del hombre que hace el préstamo.” Yo creo que eso se da más que nada en los préstamos de plata. Y si no puedes devolver luego, entonces te nace ese temor al otro, a mirarle la cara, a que te vea comerte un completo o simplemente que te vea reír. Parece que te mirara y dijera: “¿Cómo se puede reír si me debe plata?” “Parece que ya le pagaron, porque anda gastando su plata por ahí, comiendo”. Siempre es mejor esconderse, rogar a tener lo pactado y devolver lo antes posible.

Prestar o no prestar ¿Será esa la cuestión?

domingo, 5 de julio de 2015

Dinámica de buses

A todo el mundo le gusta salir de casa, de la ciudad, respirar otro aire y despejarse. La manera más fácil y rápida que tenemos algunos, es ir al terminal y tomar un bus. Llegamos al terminal y las ofertas te llueven: “A Santiago en 10 minutos”, “Me quedan asientos para Los Ángeles”, “Saliendo a Concepción”, “Pasajes a Angol, directo”, etc. Algo te convence, compras el pasaje y esperas que llegue el bus.

Mientras esperas, el olor a cigarro barato se pega en la ropa. Entonces, ya no llegarás solo con olor a "sur", olor a humo, olor a leña. Ahora además hueles a cigarro barato, de ese que venden en cajetillas de a diez.

Por fin llega el bus, siempre un poco atrasado y sin pedir disculpas. Menos mal que estas ahí a la hora, porque si es uno el que se atrasa, pierdes el pasaje y no hay explicación que valga la pena, simplemente pierdes tu plata y a nadie le importa.

Pero bueno, te acercas a tu bus, que confirmas mirando el pasaje y el reloj amarillo que está en el parabrisas. Coincide tu hora con la del bus, vas para atrás, dejas tu maleta, te pasan ese ticket que sabes que perderás, subes al bus, y aun sabiendo que tu asiento está al final, miras la barra y buscas tu número puesto por puesto.

Te acomodas en el asiento, pones ese apoya piernas que es más incomodo que no usar nada. Esperas que no llegue compañía para el asiento de al lado, estiras los pies, te acomodas, cuando sorpresivamente sí llega tu compañía. Es muy gordo, tiene guagua o huele muy mal. Te haces la idea, das el asiento, miras al cielo y ruegas que se baje en la próxima parada… oraciones que parece que no tienen receptor…

Echas tu asiento para atrás, te pones tus audífonos y estas lista para ver la película. Empieza, y el sonido no era lo que esperabas, crees que son los audífonos, pero no, es la porquería del equipo de sonido del bus. Pero, el viaje es largo, peor es no escuchar nada. Eso crees, hasta que te das cuenta que la película no salvará tu viaje… No te queda otra que dormir.

Acomodarse para dormir en un bus, es todo un parto. Claro, ¿Quién puede estar cómodo si tiene a alguien desconocido al lado? El mal olor aumenta con el calor del bus. Porque ningún auxiliar que yo conozca sabe regular el aire acondicionado. ¡Viejo, si las ventanas están empañadas es porque se te paso la mano! Limpias la ventana con la cortina, que te dejan las manos tóxicas hasta que llegues a tu destino. Ahora sí que quieres dormir y entre un abrir y cerrar de ojos, bajarte de esta porquería. No te echas a morir, pero sientes que tus mini vacaciones no están saliendo bien.

Después que se te paso el mal humor, logras quedarte dormida y llegar a tu destino sana y salva. Quizás una hora después de lo que pensabas, pero ya estás. ¿Qué puede salir mal?

Te bajas del bus, te avalanchas en la lucha por bajar de los primeros o eres de los enfermos de relajados que bajan al final. Lo quieras o no, eres parte de la dinámica de bajar. Lo peor está por venir, ¿Dónde está el famoso ticket? En el bolsillo de la chaqueta no está, en el pantalón tampoco. ¡Ah! ¡Verdad! Está en el celular. Lo pegaste ahí porque sabias que era la única manera de no perderlo. En la pantalla no lo puedes pegar por el touch, así que lo pegas atrás. Lo despegas para entregárselo al auxiliar, que es culpable de que tu cara esté roja como un tomate. Y te das cuenta que te quedo pegamento del ticket en el celular. Pero ¡calma! Ya llegaste y estás a punto de tener tu maleta. No hay pegamento que no salga con un poco de saliva. Por fin, tienes tu bolso, entras al terminal, los gritos de ofertas de viajes y el olor a cigarro barato te informan que llegaste a tu destino. ¡Empiezan tus mini vacaciones!

viernes, 3 de julio de 2015

Despedidas

“Las despedidas son parte natural de la vida”- Así dice el profesor de Ana de las Tejas Verdes al despedirse de sus alumnos. Y con mucha razón. Las despedidas no son el fin, sino el comienzo de una nueva aventura. Claro, eso para el que se va. El que se queda, siente muy distinto…

Las primeras grandes despedidas son a los compañeros de colegio. Salimos de 4° medio, con la vista puesta en el futuro, con nuevas metas y con la emoción de haber terminado una gran etapa. Ya entraditos en edad, listos para volver a empezar. Despedirnos del colegio que tan bien conocemos, por un mundo que no hemos visto jamás.

Otra despedida importante es dejar la casa, dejar a los padres. Pero, para mi, fue más doloroso aun, dejar a mi pequeña hermanita. La emoción del matrimonio y la libertad, endurecieron mi corazón un buen rato. Me sentía bien y aun sentía cerca de mis padres y hermana. Lo peor estaba por venir… Se casó mi hermana y se fue muy lejos… Desperté y me dije: “You're not here with me, you never said goodbye, someone tell me why. Did you have to go, and leave my world so cold.” Pensaba y soñaba que siempre estaríamos cerca. Pero no se puede tener todo en esta vida indiferente a los sentimientos. Solo trato de convencerme que tiene a alguien mejor para que cuide de ella… pero sigo soñando que estaremos cerca por siempre.

Así que puedo decir que sé de cerca lo que es irse con el espíritu lleno de alegrías y dispuesto a cambiar lo que sea por nuevas aventuras. Pero también lamento saber lo que es sentirse dejada, abandonada y olvidada. Desear fuertemente despertar de esta pesadilla. Y al despertar, entonces desear desesperadamente con soñar que volvemos a estar juntas…

Mi camino, la vida indiferente a mis sentimientos que llevo, permitió que volviera a despedirme. Esta vez, de mis queridas amigas. Claro, tanto ellas como yo, somos libres de avanzar, de irnos… Aunque uno se llena la cabeza con buenos pensamientos para no sufrir, igual sufre. Nos convencemos de que el dolor de la separación no es nada comparado con la alegría de volver a vernos reír… Y si, es así. Hasta que tenemos que volver a despedirnos… Dejar amigos que llenan nuestro corazón, por completos desconocidos… que cosa más difícil. Y aunque trato de convencerme a mi misma que ahora estoy mejor, los extraño, como las hojas extrañan el calor del sol en este crudo frío de invierno. Extraño “mi gente” como extraño ver una noche estrellada. Y aunque me siento abierta a nuevas posibilidades de amistad, noto la falta de lo conocido.

Aun así, prefiero extrañar que no tener nada que extrañar. Prefiero ser extrañada, que ser olvidada.


miércoles, 1 de julio de 2015

¡Ah! El Pasado...

Anoche, entre tanto conversar, así como que no quiere la cosa, me puse a hablar y hablar y terminé hablando de mi pasado. Ese pasado que hace muuuuuuuuuuuucho que no andaba revolviendo. Ese pasado que ya ni me acordaba que estaba por ahí. Ese pasado que muchas veces me hizo llorar. Ese pasado que me hizo volver a llorar…

Después de ponerme un poco nostálgica con las penas del pasado, me puse nostálgica con las penas del presente.

Las penas del pasado, al menos en mi caso, son de malas decisiones, errores, equivocaciones, oídos sordos a mis padres y amigos. En definitiva, casi todas mis penas del pasado, al menos estas que revolví ayer, son sólo producto de la inmadurez, falta de sentarme a pensar, hormonas y presión de grupo. Y claro, las presiones de grupo hacen revolucionar tus hormonas y a la primera oportunidad te hacen actuar con falta de juicio, te equivocas, la embarras y ya no hay vuelta atrás. Se quedan en tu historia por siempre. Si logras aprender de ellas, no vuelves a caer, sacas lecciones, lloras, te arrepientes y años más tarde entretienes a un par de amigas con tus anécdotas. Si no aprendes, bueno, es fácil: “para el tonto no hay manera de aprender”.

No soy de las personas que andan llorando por el pasado ni que se lamente del presente. Tan violento no fue mi pasado, me marcaron, como cicatrices que no se borran con Cicatricure (estúpida compra, sigo con mis piernas igual no más). Y mi presente tampoco es de los más tristes del mundo. De hecho, siempre me he considerado una persona feliz. O sea, no tengo la flor de vida, pero tampoco me voy a andar quejando por ahí ni por acá.

Pero, volviendo al pasado que se me revolvió todo, y que me dejaron pensando toda la noche, conversando conmigo misma y con quien me escucha a lo alto: estoy arrepentida. En mapudungun arrepentirse se dice wiñorakiduam, que literalmente significa volver a pensar. Claro, anoche volví a pensar todo y lo tonta que fui. Siempre fui una persona sobresalientemente inteligente, pero me caí. Apenas pude levantarme lo hice, no con la rapidez con la que hubiese querido. Me dio plancha, pasé la vergüenza de mi vida. Y ahí, mientras todos veían como me caía, en vez de pararme rapidito, haciendo como que no ha pasado nada y seguir caminado, yo me quedé ahí un buen rato. Y cuando me paré, lo hice para reírme de los que se caen. Así fue como me volví a caer.

En lengua de señas chilenas arrepentirse se dice pegarse en la cabeza, igual como se hace en los monitos animados. Y bueno, ayer lo volví a hacer. Me pegue en la cabeza tan fuerte que me quedé dormida.

Pero ahora, ya más tranquila, volví a pensar. Con menos arrepentimiento. Mal que mal, mis errores me ayudaron a dejar de cometerlos. Me hicieron una persona más fuerte, menos confiada, más objetiva, menos emocional y más observadora. Eso no es tan malo. Hoy soy una mejor persona por los costalazos que me dí. Si pudiera volver atrás no cambiaria nada. No evitaría nada. Ni siquiera me callaría cuando debí haberlo hecho. Las cachetadas que me llovieron por hablar más o por mirar de menos, me sirvieron para reconocer comportamientos humanos y finalmente lograron corregirme. Por muy extraño que suene, hoy me equivoco muy poco.

El pasado debe quedar donde está, allá atrás… Aunque, para los mapuches el pasado está adelante, porque siempre se puede observar y volver a aprender una lección. Y el futuro está atrás, donde no tenemos certezas, donde no tenemos conocimiento ni visiones que nos permitan ver que pasará. Así que el pasado dejémoslo donde debe estar, atrás para no revolverlo y así no volver a sufrir, y a ratos adelante para volver a aprender una nueva lección, ¿o no?

Fútbol de niñas

Ahora que estamos con la Copa América, a las niñas no nos ha quedado otra que ponernos al día con el fútbol. Aunque jamás hemos jugado un partido real, y muy pocas veces hemos jugado a la pelota sólo por pasarlo bien, hemos tenido que ponernos al tanto. Claro, para nosotras no existen las faltas si las hacemos nosotras, y tirar el pelo no podría ser una conducta inapropiada. Dudo que nos andemos tocando nuestras partes o metiendo los dedos donde no corresponda. Pero puedo imaginar peleas de 22 mujeres y muero de la risa.

Hay cosas obvias que sabemos, por su puesto, hemos tenido papás que nos han enseñado y parte de la cultura general es saber que se juega en una cancha de pasto, parecido a un parque pero con bordes delimitados con una línea blanca. Además se juega con los pies, salvo el arquero que puede tomar la pelota dentro de su área. Después de un gol, que se grita exageradamente si es de “nuestro” equipo. El equipo perdedor debe volver a comenzar desde la mitad de la cancha. Además el balón es de cuero, del porte de un melón tuno y tiene símbolos o colores que la FIFA ha decidido para dicho campeonato.

Probablemente, muchas mujeres concuerden conmigo, pero ¿cuándo sacan con las manos o cuando sacan con el pie, en la esquina del arco contrincante? ¿Cuál de los dos se llama “tiro de esquina”?

La “posición de adelanto” es algo que me llama la atención. Pobre arbitro asistente, nombre que acabo de googlear, que tiene que estar pendiente de la posición del equipo contrario y ver si están por delante de los defensas antes de chutear la pelota. ¡Milisegundos hacen la diferencia!

Ayer vi el partido de Chile contra Perú sólo con mujeres. Bueno, creo que fue todo un desastre. El resultado no, claro, Chile ganó a duras penas. El desastre fue verlo con las niñas. Todas decían cosas sacadas de partidos anteriores como “Sánchez no ha hecho nada”, “Falta poner a Pinilla”, “Saquen a Aránguiz”. Frases que eran una vil copia de comentarios que habían hecho mis amigos el partido anterior con Uruguay. Claro, ahora que las escuchaba de minas, me parecían muy tontas. Y no es que sea machista, es que me doy cuenta que no eran propias, porque después iban acompañadas de comentarios como: “¿Quién es Miko?”, “¿Viste uno que tenía barba? Se parecía a Bin Laden”, “¿Viste las tremendas piernas de los peruanos? Así cualquiera corre”, “Cuando sean viejos y se vean los tatuajes ¿Qué pensaran?”, “¿Y esos peinados?”. Aunque la más emblemática fue: “¿Quién es el pelao’ ese, con parca azul e insignia de Chile?”. ¡No! ¡No puede ser! Hasta yo me daba cuenta que eran preguntas tontas.

Pero creo que lo más patético era cuando Chile tomaba la pelota, y cruzaba la media cancha. Todas nos parábamos y casi casi gritábamos gol. Y si les quitaban la pelota, entonces reclamábamos “falta”. Ahora, cuando era Perú quien cruzaba la media cancha, todas eran posibles derrotas para nosotras, y con los dedos en la boca, y las piernas saltando, suplicábamos que no hicieran jugada de gol. Esperábamos que la defensa cuidara el área chica a toda costa. Y si el arbitro piteaba, entonces reclamábamos: “¡Pero si ni lo tocó!”.

Parecía que todas habíamos aprendido algunas frases célebres, porque después que la decía una, otra la repetía y de vez en cuando el relator del partido también las decía.

El mejor jugador del partido, claramente, fue Vargas. Quien nos saco más de una risa. Primero cuando cabecea una pelota que ya estaba en manos del arquero. Y luego, con el primer gol, que sin fuerzas, propio de cualquiera de nosotras, entro al arco y con risas nerviosas gritamos “goooooool”. Pero, su sobresaliente segundo gol, que marcaba la victoria, nos hizo volver a sentirnos chilenas.

Lamentablemente, se cortó la transmisión unos minutos antes de que terminara el partido. Traición de Internet. Así que nos quedamos con esa sensación extraña un buen rato. Y en la repetición de goles, ya estábamos todas aburridas y apenas podíamos entender las noticias relacionadas al triunfo. Entonces, tomamos el auto, nos dirigíamos a nuestras casas con un poco de adrenalina, pero no la suficiente como para sacar las manos y saludar al resto de los autos. Claro, solo éramos niñas pensando en el frío que da abrir la ventana.