Para poder
entender el nombre de esta publicación, tengo que contarles una historia.
Hace unos
años atrás, cuando todavía estaba viva mi abuelita materna (chuchu), cada vez
que yo escuchaba su canción favorita, me ponía a llorar. ¡Imagínate! ¡Lloraba a
mi abuelita en vida! Y me rompía el corazón la sola idea de pensar que algún
día ya no estaría al lado mío, llegaría el día en que yo no tendría que
ayudarla, llegaría el día en que no volvería a escuchar una y otra vez las mismas
historias. Sabía que ese día llegaría y por eso no podía evitar llorar, como no
lo puedo evitar ahora…
Esa famosa canción sonaba demasiadas veces en mi vida, que llegó el momento
en el que tuve que hablar con un viejo amigo (viejo en todo sentido) y suplicarle
que cuando esa canción sonará, por favor, le bajara el volumen. Él me escuchó
un buen rato, todo mi relato entre lágrimas, entonces levantó las cejas, hizo
un mini puchero y dijo: “Que eso (apuntando a mi corazón) no controle tu eso
(apuntando a mi cabeza)”… Todo parecía indicar que la canción que no quería
escuchar, la seguiría escuchando si dependiera de mi viejo amigo.
Sus sabias
palabras me hicieron mucho pensar, y por eso las recuerdo tan bien hoy. Quién
iba a pensar que me guiarían hasta ahora. Claro, cuando mis sentimientos se
interponen en mi manera de pensar, cuando mis sentimientos no me dejan actuar,
cuando unas palabras no me dejan dormir, entonces me digo: “que mi esto no
controle mi esto”. Cuando lo logre, volveré a escribir. Por mientras, mi esto
controla mi esto.
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