Anoche,
entre tanto conversar, así como que no quiere la cosa, me puse a hablar y
hablar y terminé hablando de mi pasado. Ese pasado que hace muuuuuuuuuuuucho
que no andaba revolviendo. Ese pasado que ya ni me acordaba que estaba por ahí.
Ese pasado que muchas veces me hizo llorar. Ese pasado que me hizo volver a
llorar…
Después de
ponerme un poco nostálgica con las penas del pasado, me puse nostálgica con las
penas del presente.
Las penas
del pasado, al menos en mi caso, son de malas decisiones, errores,
equivocaciones, oídos sordos a mis padres y amigos. En definitiva, casi todas
mis penas del pasado, al menos estas que revolví ayer, son sólo producto de la
inmadurez, falta de sentarme a pensar, hormonas y presión de grupo. Y claro,
las presiones de grupo hacen revolucionar tus hormonas y a la primera
oportunidad te hacen actuar con falta de juicio, te equivocas, la embarras y ya
no hay vuelta atrás. Se quedan en tu historia por siempre. Si logras aprender
de ellas, no vuelves a caer, sacas lecciones, lloras, te arrepientes y años más
tarde entretienes a un par de amigas con tus anécdotas. Si no aprendes, bueno,
es fácil: “para el tonto no hay manera de aprender”.
No soy de
las personas que andan llorando por el pasado ni que se lamente del presente.
Tan violento no fue mi pasado, me marcaron, como cicatrices que no se borran
con Cicatricure (estúpida compra, sigo con mis piernas igual no más). Y mi
presente tampoco es de los más tristes del mundo. De hecho, siempre me he
considerado una persona feliz. O sea, no tengo la flor de vida, pero tampoco me
voy a andar quejando por ahí ni por acá.
Pero,
volviendo al pasado que se me revolvió todo, y que me dejaron pensando toda la
noche, conversando conmigo misma y con quien me escucha a lo alto: estoy
arrepentida. En mapudungun arrepentirse se dice wiñorakiduam, que literalmente
significa volver a pensar. Claro, anoche volví a pensar todo y lo tonta que
fui. Siempre fui una persona sobresalientemente inteligente, pero me caí. Apenas
pude levantarme lo hice, no con la rapidez con la que hubiese querido. Me dio
plancha, pasé la vergüenza de mi vida. Y ahí, mientras todos veían como me
caía, en vez de pararme rapidito, haciendo como que no ha pasado nada y seguir
caminado, yo me quedé ahí un buen rato. Y cuando me paré, lo hice para reírme
de los que se caen. Así fue como me volví a caer.
En lengua
de señas chilenas arrepentirse se dice pegarse en la cabeza, igual como se hace
en los monitos animados. Y bueno, ayer lo volví a hacer. Me pegue en la cabeza
tan fuerte que me quedé dormida.
Pero ahora,
ya más tranquila, volví a pensar. Con menos arrepentimiento. Mal que mal, mis
errores me ayudaron a dejar de cometerlos. Me hicieron una persona más fuerte,
menos confiada, más objetiva, menos emocional y más observadora. Eso no es tan
malo. Hoy soy una mejor persona por los costalazos que me dí. Si pudiera volver
atrás no cambiaria nada. No evitaría nada. Ni siquiera me callaría cuando debí
haberlo hecho. Las cachetadas que me llovieron por hablar más o por mirar de
menos, me sirvieron para reconocer comportamientos humanos y finalmente
lograron corregirme. Por muy extraño que suene, hoy me equivoco muy poco.
El pasado
debe quedar donde está, allá atrás… Aunque, para los mapuches el pasado está
adelante, porque siempre se puede observar y volver a aprender una lección. Y
el futuro está atrás, donde no tenemos certezas, donde no tenemos conocimiento
ni visiones que nos permitan ver que pasará. Así que el pasado dejémoslo donde
debe estar, atrás para no revolverlo y así no volver a sufrir, y a ratos
adelante para volver a aprender una nueva lección, ¿o no?
Mi frase célebre se refleja en lo antedicho
ResponderEliminar" Quien está conforme con quien es, se estanca en no conocer la mejor versión de si mismo"
El pasado muchas veces nos enrostra nuestra peor versión y como bien tu lo mencionas esa versión ya caduco....