martes, 15 de septiembre de 2015

My Sister

Por alguna razón, he evitado hablar de mi vida personal en mi blog. Pero hoy me siento libre de hacerlo, así que les voy a contar un poquito. Una de las cosas más personales que puedo contarles, es mi relación con mi hermana. Claro, uno de los sentimientos más lindos que podemos tener, es el amor a nuestros hermanos. En mi caso, mis padres me premiaron con la mejor hermana de todas: Loretito.

Antes de que yo naciera, mis padres esperaban un niñito. Mi madre esperaba ponerme Osmán Evaldo, nombre de mi padre y abuelo materno. Doy gracias a Dios por haber nacido niña. En cambio, mi padre quería ponerme Mario, nombre de su hermano menor. Mi mamá se opuso rotundamente y se argumento diciendo que los padres le ponen a sus hijos su nombre, por lo tanto, a mi tío le corresponde tener un hijo que se llame Mario, mientras que a él, un hijo Osmán. Bueno, mi madre no tiene hermanos, así que no entiende a mi papá, no entiende el amor y esa unión que uno tiene con los hermanos. Pero la discusión se acabó cuando nací niña.

Años después, mi tío tuvo su primogénito, un niño, la prueba viviente de que mi mamá se equivoca. Claro, este niño no se llama Mario, se llama Osmán. Mi tío le regaló a su hermano el privilegio de que su primer hijo llevara su nombre.

Me gusta mucho esta historia de mi papá y su hermano. Fueron muy apegados de niños y jóvenes. Y ahora, que ambos tienen sus familias, sus casas, sus vidas, ese amor no se enfría.

Mi hermana ha sido uno de los mejores regalos que me han dado. Aunque cuando niña peleábamos todo el tiempo, también era mi compañera de juegos y mi cómplice en las maldades. Ya más jóvenes, mi hermana era mi yo en una versión mejorada. Salimos a muchas partes juntas, nos guardamos secretos que llevaremos a la tumba y nos protegimos una a la otra.

Supongo que decirle lo que siento no es suficiente, las palabras no se acomodan a lo que quiero expresarle. Quizás, la única manera de decirle lo mucho que la quiero es poniéndole su nombre a una de mis hijas.

lunes, 14 de septiembre de 2015

Chat

Hace unos años, me toco defender el chat en un debate de “Chat v/s Conversación” (face to face, skype o teléfono). Obviamente yo tenía el peor lugar que defender. Cualquiera podría decir, que me enfrenté a una batalla que ya estaba perdida, pero no fue tan así.

Es cierto, que la conversación face to face, skype o teléfono tienen muchas ganadas, especialmente porque con un tono de voz o una expresión facial uno puede reconocer el estado de animo de receptor durante la conversación. Además, es lo que estamos acostumbrados a reconocer. Así que obvio que es más fácil este tipo de comunicación cuando se compara con el Chat. Pero la verdad, es que sólo nos falta conocer el chat y usarlo bien.

No estamos en un debate ahora, y aunque me encanta conversar y expresarme con mi cara y cuerpo, puedo manejar muy bien una conversación por Chat. Puedo reconocer si mi receptor esta inquieto, aburrido, contento, triste e incluso puedo dar un abrazo cibernético. Por su puesto, necesito que mi interlocutor sepa chatear.

Los conocimientos básicos que necesita una persona para chatear, es el conocer el teclado y el orden de las letras. Si el chat es lento, la expresión o sentimiento puede pasar y no ser expresado en la conversación, o puede hacer que la persona piense antes de hablar, cosa que no se da tan fácilmente en una conversación hablada. Así que, si ambas personas escriben rápido en el teclado, la conversación no tendría por qué ser tan diferente a la hablada.

Otra cosa que se necesita para chatear correctamente, es saber usar los emoticons. Estos reflejan nuestras expresiones faciales. Así podemos cambiar un frío “Te extraño” por un triste “Te extraño :(“. Realmente, no puedo concebir la idea de no chatear con emoticons. Enriquecen nuestras oraciones. Así el receptor podrá sentirnos, sin escucharnos ni vernos.

No creo que sean las únicas dos claves para conversar naturalmente por chat como lo hacemos en persona, pero, al menos son las dos más fáciles de llevar a cabo. Y la tercera clave, podría ser: Tener buena ortografía. Al menos al chatear conmigo. Uno podría dejar de sentir lo que el otro nos quiere expresar, sólo con distraernos con su mala redacción u ortografía.

Para los que hemos usado el chat durante años, para aquellos que pasamos de ICQ a MSN Messenger, probamos Skype por la cámara y micrófono, Google Talk por la facilidad de tener nuestros contactos del correo electrónico o nos vimos obligados a usar Messenger de Facebook sólo porque por ahí nos hablan algunos. Aunque, finalmente nos hemos quedado con Whatsapp en vez de Line o Viber. Todos nosotros, la generación del chat, probablemente extrañamos algunos emoticons que nos dio MSN Messenger y que nos han robado las otras aplicaciones, como:
El monito de lentes que se ve súper perno 8-│
El monito rojo enojado :@
El que parece que lo pillaron en algo malo :S
El fiestero <:o)
Y el que yo más extraño, el que usaba para prometer que no se lo contaría a nadie, el monito que tenia un cierre en la boca :-#

Y como olvidarnos del famoso “zumbido”, que despertaba cualquier conversación con su molesto sonido y movimiento de pantalla. Aquí estamos, esperando que pronto resuciten y enriquezcan nuestras cotidianas conversaciones.

viernes, 4 de septiembre de 2015

La Regla

Los hombres han tratado de entender a las mujeres por años o siglos, sin siquiera acercarse a la verdad de nosotras. Aunque para las mujeres, entender a un hombre es sencillo, básicamente porque ellos son sencillos, desde sus pensamientos: básicos, hasta su cuerpo: aún más básico. Les decimos que son el sexo fuerte, sabiendo que en realidad es nuestro cuerpo el que está preparado para ser más fuerte, no sólo por el hecho indudable de tener un hijo, sino por la preparación que hace todos los meses para la gestación y luego eliminar todo ese trabajo en un par de días. Mientras nos retorcemos por dentro y el espejo nos dice que estamos más feas que nunca, seguimos caminando como si nada.

La regla empieza con esos avisos, pequeños dolores abajo de la guatita. Estos nos avisan que es hora de asegurarse de que tenemos todo para recibir la menstruación: toallas higiénicas, calzones apropiados, orégano o manzanilla y cero panoramas. Lo que menos necesitamos es un carrete o siquiera un evento social en que tendremos que poner buena cara. Si podemos quedarnos acostaditas, mucho mejor. Y si podemos contar con la compañía de una buena película, mientras nos acurrucamos al guatero, ya estamos listas.

De toallas higiénicas podríamos hablar un buen rato, nunca nos vamos a poner de acuerdo, por eso hay de tantos tipos y tamaños. Tenemos las sin alas, que de solo imaginarlas, me siento manchada. Las de tela que son suavecitas, pero para mi gusto, un poco inseguras. O las de malla, que me dan un poco de alergia en las piernas. Están las que te dan indicaciones, que te avisas que lado es para adelante, que la primera vez fue fundamental, pero a estas alturas es información de más, aunque… ahí esta uno, leyéndolas.

Bueno, recordando mi primera toalla y mi primera lectura de indicaciones, llegué a mis recuerdos de mi primera regla. La verdad, es que mi primera regla llegó gracias a la primera regla de mi hermana chica. Fue el empujón que necesitaban mis flojos ovarios para ponerse a trabajar, envidiosos de ser los últimos. Se supone que uno esta preparada para la primera regla, pero la verdad es que la toalla higiénica es un poco intimidante. Y los padres con sus abrazos y palabras de felicitaciones no ayudan mucho. Por una parte, estamos contentas de ser mujeres de verdad, pero por otra, todo es confuso. Y si esto es acompañado con charlas sobre hombres, sexo y bebés, todo es aún peor.

Junto con la regla, están las visitas al baño, el lugar más frío de toda la casa. Nuestra temperatura nos dice que no vayamos, pero sentimos la necesidad de ir, simplemente a revisar si todo va bien. Ahora, si estamos con alguna amiga, no podemos dejar de decirle: “Mírame si estoy manchada”. Estar manchadas es lo peor que podría pasarnos. Pero, para el resto, lo peor ya está pasando, seguramente estamos idiotas o sensibles, y no saben llevarnos… De ahí nace todo este cuento de tratar de entendernos…

viernes, 28 de agosto de 2015

Sordos

Para hablar de los sordos, primero tengo que hablar un poquito de mí. Hace un par de temas atrás, cuando hablé de las manos, dije que hablo en señas, pero la verdad es que conozco muy bien la Lengua de Señas Chilenas (LSCH)… Aunque creo que eso me queda chico. No sólo la conozco, la sé, la siento, la vivo. Hablo en señas chilenas como si fuera mi lengua nativa y la adoro. No sólo adoro la lengua en sí, sino que adoro quién soy cuando las uso… No contenta con esto, hace unos años, comencé a estudiar Lengua de Señas Americanas (ASL). Aunque no la manejo bien, sí la entiendo bien.

Aprendí LSCH hace unos 10 años, cuando recibí una invitación a participar en un curso gratuito. Curso, que por lo demás, llegué un año tarde porque me llegó un año tarde la invitación. Así que sólo estuve en dos clases. Pero lo más importante para mi no fueron las clases o la falta de ellas, sino el conocer a los sordos, su cultura, sus sonidos, sus palmetazos, sus abrazos, sus risas, su todo. A diferencia de otras culturas, a los sordos les gusta cuando un oyente comienza a estudiar su lengua… A la larga, somos los oyentes que sabemos señas lo que seremos sus interpretes después. Si la tarea quedara solo en ser intérprete, todo sería más fácil para el oyente, pero después uno termina siendo su voz, su confidente, su mejor amigo, su maestro, su lector de noticias y mucho más. Por eso dicen que los sordos son acaparadores… pero la verdad, es que estamos en un mundo de oyentes, no es su culpa, la culpa es nuestra, como sociedad, de creer que estamos preparados para la integración, cuando mentalmente no lo estamos.

Mientras uno más aprende señas, más conoce su cultura, más entiende sus problemas, más los ama y más sufre. Porque hablar señas va de la mano con ver injusticias, con querer defenderlos, pero ¿de quién? ¿No es acaso, defenderlos de nosotros mismos? Finalmente, los sordos estarían mejor en un país de sólo sordos…

De su cultura, hay muchas cosas escritas bajo el término “sordedad”, término que ellos mismos inventaron. Su cultura está relacionado con su idioma mismo, pero también tiene sentimientos contra los oyentes o inclusos contra los sordo-medio, que son los sordos que hablan.

Otro término de la cultura sorda es CODA (Child Of Deaf Adult), que es la cultura que tienen los hijos oyentes de padres sordos. Porque los coda también tienen una cultura, más que mal, a ellos les ha tocado defender a sus padres, enseñarles, traducirles, y muchas veces, simplemente mentirles para que no sientan mal.

En mis años en este mundo de sordos y sordedad, he conocido un par de matrimonios coda. Hay un matrimonio de coda que vive cerca de mis padres y cuando nos encontramos, siempre hablamos en señas, es que ese es su idioma natural. Pero eso no se ve siempre… o más bien, eso se ve muy pocas veces. En la mayoría de los casos, los coda se van muy jóvenes de la casa de sus padres y se avergüenzan de ellos.

Así que el mundo de los sordos es tan oscuro como el de los ciegos.

Pero no pretendía escribir este tema para deprimirme, sino para contar lo que los sordos me han dado, razón por la que los tengo presentes siempre.

Todas los sordos, interpretes, familiares de sordos y personas famosas tenemos una seña, un apodo, una manera en que nos identifican. Mi seña significa “no me importa”. Al principio era por mi pelo, pero luego el gesto se fue deformando. Por más que me esforzaba para que los sordos lo hicieran bien, simplemente cambio completamente el significado original. Cuando pregunté por qué mi seña la hacían como “no me importa”, me dijeron que cada vez que me molestaban, a mi me daba igual, todo me resbalaba, nada me importaba. Trate de defenderme, diciendo que no era verdad, pero no valió la pena. Sencillamente soy “no me importa”. A algunas personas le ponen una seña por algún defecto que tengan, si son pelados, esa será su seña. Así que por lo general las señas son de orejas, de lunares, de cortes de pelo, de color de pelo, de dientes, etc. Otros son de personalidad, como el mío. Otros son de profesiones, oficios o trabajos que hace la persona. La cosa es buscar algo que haga a esa persona diferente al resto.

Me impresiona que hablando un idioma que no era el mío, fueron capaces de saber quién era… No es verdad que todo me da lo mismo, pero es verdad, que minimizo algunas cosas, especialmente las cosas tontas. Así que ahora me siento completamente identificada con mi apodo.

La lengua de señas no tiene eufemismos y eso también enriquece mi forma de percibir el medio. Por ejemplo, si quiero contar una noticia, donde un chico de 16 años se suicido, en señas tendría que explicar cómo lo hizo. Podría decir “un joven de 16 años se ahorcó” o “un joven de 16 años se cortó las venas”, etc. No hay manera de minimizar lo que realmente ocurrió. Y cuando uno tiene que explicar esas cosas, uno tiene que hacer toda la mímica de poner una cuerda, hacer un nudo, poner la cabeza en el centro y luego cerrar los ojos y sacar la lengua. Sin eufemismos la cosa es más escalofriante. Aunque parezca que eso es malo, no lo es, porque el sufrimiento de otro se vive, se siente y eso nos enriquece como seres humanos.

La lengua de señas es rica en sentimientos, por eso muchas veces las prefiero para contar algo. Cuando las lágrimas no te dejan contar algo, las manos sí te lo permiten. Lo mismo cuando uno está tan feliz por algo. Como el español tiene tantos eufemismos, no siempre se puede explicar algo como uno lo ve, entonces uno se pone a hacer señas, mostrar alguna foto, indicar a alguien o simplemente terminar diciendo: “Es cierto, si quieres pregúntale a él”. Pero en señas no se necesita de otra persona para poder explicar algo grandioso, se dice y listo, todos se emocionan contigo. ¡Amo las señas!

Aunque este tema se llama “Sordos”, debo reconocer que se me ha pasado la mano hablando de su idioma, pero el idioma crea la cultura, por eso no es menor. Un sordo que no usa las señas, no tiene la cultura de sordo, no hay sordedad. Nuestro idioma nos forma, como las señas forman a los sordos. Razón por la que los sordos del mundo tienen la misma personalidad.

La personalidad del sordo es tan rica como su idioma. Como ya dije, los sordos son dependientes de los oyentes que los entienden, así que siempre se unirán a uno como una lapa. Además son generosos y podrían darnos el pan que tienen en las manos, sólo para mostrar gratitud o simplemente cariño. Pero lo que más me gusta de ellos, es su imaginación.

A la edad de 4 años, cuando todos pasamos por la época del “¿Por qué?” el sordo también la vive, la gran diferencia es que nuestros pacientes padres nos responden, mientras que el niño sordo ni siquiera sabe armar esa pregunta en señas y menos sus padres saben siquiera que el hijo el sordo. Entonces, ¿quién responde a sus interrogantes? Su imaginación. Si le preguntas a un sordo ¿Qué son las estrellas? Podrías enamorarte de su respuesta. ¿Por qué el cielo es azul? Fascinante. En esa exquisita imaginación, imaginan que les dijiste que hoy irías a su casa a las 17hrs. Entonces te espera y tú no llegas. La siguiente vez que se vean, sin dudar, te hará saber que te estuvo esperando. Y la verdad, es que no hay manera de convencerlo que tú nunca dijiste eso. Esa es su realidad, aunque para ti sea sólo su imaginación.

Algo que también adoro de los sordos es su sinceridad, quizás también tiene que ver con que su idioma no permite los eufemismos. Ellos podrían decirte que tal persona dijo algo malo de ti. Podrían decirte que estás más gorda que la última vez que te vio. Pueden decirte que estás más vieja. No tienen rodeos en decirte que vio a tu pareja con otra persona, etc. No lo hacen para hacerte daño, lo hacen porque son sinceros, porque siempre dicen la verdad. Por eso, cuando ellos mismos se equivocan, lo dicen abiertamente y piden perdón de corazón. Aunque el dicho “no tienen pelos en la lengua” está hecho para oyentes, nos queda grande a todos, menos a los sordos.

Si tuviera otra vida, una segunda oportunidad de hacer las cosas, volvería a meterme en el mundo de los sordos. Aunque pensé que mejoraría sus vidas, terminé yo enriqueciendo la mía. 

viernes, 21 de agosto de 2015

Verano

En vista del diluvio que estamos viviendo en este momento, no puedo más que pensar en que pronto será Septiembre y con eso el verano se nos viene encima.

Añoro esos días de sol, de calor, de bloqueador con olor a coco o a cualquier fruta de verano. Extraño mis poleras (o remeras), mis short, mis faldas cortas, pero más extraño mi traje de baño y nadar… simplemente nadar.

¿Nadar? ¿Traje de baño? ¿Así como estoy? ¡Antes muerta!

¡Chupalla! ¡Se viene el verano! Con eso se vienen las dietas, los ejercicios y básicamente, se viene el hambre.

Lo único bueno que tiene el hambre y las dietas, son la leche cultivada y el yogurt Diet. ¡Eso sí que me encanta! Por alguna razón, los venden tan bien en la TV que uno termina creyendo el cuento de que sin esos yogures seguiremos gordas. Y lo más gracioso es que te convencen que tienes “transito lento”. No sé ustedes, pero el resto del año, yo no sufro de transito lento, pero en el verano, siento que sin uno de esos yogurt, no podré ir al baño. No importa cuál sea la marca del yogurt, siempre se nos habla de lo tanto que nos cuesta ir al baño… Como si esa fuese la razón de estar gordas… Aparte que ponen a unas raquíticas, que aunque acumularan caca, ni se les notaria.

Con las dietas también vienen los cereales en la mañana, donde tenemos que dejar el chocapic, por cereales sin azúcar, sin brillo y sin sabor. Esos cereales que uno no quiere ni probar, pero que en el supermercado se los regalan a todas las gorditas… o sea, llevo años recibiendo esas bolsitas.

¿Y cómo vamos a hacer dieta sin una botella de agua en la mano? Eso sí que es patético. Creer que por hacer harto pipi uno va a adelgazar. Y tan tonta que se ve la gente con una botella en la mano. Peor si la botella es de alguna bebida energizante o un agua hidratante, súper cara, que uno se termina comprando por la botella. Y no te vayas a olvidar, que lo más importante de la botella no es la calidad del plástico, sino el pituto que tiene en la boca, porque la tapa rosca ya pasó de moda.

Bueno, igual no más que voy a hacer dieta si quiero ir a nadar a un lugar público o con algún conocido o amigo. Recibiré de buena gana los cereales que me den y los voy a mezclar con el yogurt de transito lento. Y ya tengo lista mi botella de agua, de medio litro y de agua hidratante… no soy más que el resultado del molde de gorda preocupada por el verano…

martes, 18 de agosto de 2015

Preguntas

A medida que empezamos a hablar, empezamos a hacer preguntas. Hay una edad en que cualquier oración puede ser amenazada con la pregunta “¿Por qué?” Los padres se las ingenian para respondernos, pero sin importar lo inteligente que sea la respuesta, esta es amenazada una vez más. Es cuando nos preguntamos ¿Por qué el cielo es azul? ¿De dónde vienen los bebés? ¿Qué son las estrellas? ¿De dónde sale tanta agua al llover? Preguntas que nos ayudaron a aprender.

Después, está la edad en que ya no queremos preguntar. Es aquí cuando los padres te dicen: “No existen las preguntas tontas”. Tratan de convencerte de que si no entiendes algo, es fundamental que preguntes a tu profesor y te prometen que nunca quedarás como un tonto. Si te convencen de eso, pronto te desconvenceras.

Obvio que hay preguntas tontas y obvio que uno queda como tonto si las hace. Por ejemplo, cuando uno no entiende una talla. Al principio uno hace como que no escucho y por eso no se ríe. Entonces alguien te repite y sigues sin reír. Buscas una nueva excusa, pero no te queda otra que preguntar ¿Por qué se ríen? Ahora, ya nadie se ríe del chiste, ahora todos se ríen de ti.

También pueden considerarse como preguntas tontas: ¿estás aquí?, ¿ya llegaste?, ¿tienes baño?, ¿me das agua?, ¿tienes frío?, ¿tienes calor? Obviamente estas preguntas son tontas en algunos contextos. Porque es obvio que estoy aquí si me estas viendo, llegué. Baño tengo y el agua no se le niega a nadie. Ahora, si estoy tiritando o con los labios morados, es porque tengo frío. Y si se me hinchan los dedos, estoy roja y transpirando, es porque tengo calor.

También existen las preguntas que hacemos solo de muletilla, como por respeto, como el famoso: “¿Cómo estas?” En realidad, no es que la pregunta sea tonta, sino que la respuesta es la tonta. Porque, si no hay confianza, la respuesta siempre será “bien”. Ahora, aunque a veces sí hay confianza, la respuesta es la misma simplemente para no preocupar al resto. Pero lo más patético es cuando uno hace la pregunta, y sin esperar la pregunta de vuelta, uno ya respondió “bien también”. Es vergonzoso para uno, porque a nadie le importa como estas. Pero también deja al otro mal, porque claramente no tiene modales. ¡Que cosa más incomoda!

Con todo, supongo que sin preguntas casi no habría dialogo. No habría debates. Y las únicas personas que podríamos conocer son las autorreferente, las que no se callan nunca, las que escriben blog o las demasiado extrovertidas. ¿Cuál es la gracia?

Las preguntas bien pensadas son el principio de una buena conversación, el principio de una buena amistad, incluso puede ser el principio de reconocer una debilidad y una oportunidad para cambiar.

¿O es muy tonto lo que estoy diciendo?

domingo, 9 de agosto de 2015

Manos

Hace unos días, conversábamos con unas amigas sobre las manos y una nos explicó que la testosterona hace crecer el dedo anular más que el dedo índice, razón por la que los hombres tienen el dedo anular más largo, mientras que las mujeres el dedo índice. Hicimos lo obvio, miramos nuestras manos, y todas tenían el dedo anular más largo que el índice, menos yo. Creo que como todas tienen hermanos hombres, todas jugaron con autitos y fueron el blanco de juegos bruscos con sus hermanos, mientras yo jugaba al elástico (a la panty), a saltar la cuerda y a las Barbie. Siempre fui bien niñita, al menos eso dice mi dedo índice.

Como sé lengua de señas, las manos son importantes para mí. He visto como los sordos se comunican a través de ellas, y como yo también lo puedo hacer. He visto como la lengua de señas ha ayudado a sordos a desenvolverse en casi cualquier lugar, pero más importante para mi, he visto como una persona que no tenia comunicación antes, donde no tenia lenguaje, ha podido expresar profundos sentimientos gracias a aprender su propio idioma. Para un sordo las manos son su boca, como para un ciego son sus ojos.

En mi vida, incluso antes de saber señas, siempre he sido un poco exagerada para contar algo, así que siempre me he acompañado de los ademanes. Pero desde que sé señas, todo el mundo confunde mis ademanes con señas. He tratado de explicar que la seña “más grande” es igual al ademán “más grande”, pero parece que nadie me entiende. Los ademanes me han identificado siempre, pero eso lo saben sólo aquellos que me conocen de antes. Mis señas sólo las uso cuando estoy con sordos, cuando estoy con personas que saben señas y cuando escucho música, el resto de las veces, sólo son ademanes.

Si hablamos de las manos, no podemos no hablar de las uñas. Cuando era más chica, tenía una amiga que tenia sus dedos pulgares diferentes. Sí, uno era de uña plana, más chico, ñato y feo. Mientras que el pulgar de la otra mano, era más flaco, un poco más largo y con la uña redondita. Increíble que haya dos manos, de la misma persona, tan distintas. Un pulgar se parecía al de su papá y el otro al de su mamá. En mi caso, tengo uñas planas como mi papá: pulgar, índice y medio. Y uñas redonditas, como mi mamá: anular y meñique. Pero al menos mis dos manos se parecen entre sí.

Ahora, debemos hablar sobre callos y la teoría de que una mano callosa es de un hombre trabajador, mientras que una mano suave es de alguien que no hace nada. En esta época, donde la tecnología nos ayuda en nuestro trabajo, una mano sin callos, solo puede significar que no pica leña, pero no dice si un hombre es bueno para trabajar o no. Aunque siempre es mejor, el hombre que pica leña. También están los callos producto de la escoba y la plancha. Pero, también está el callo que tengo yo, el callo del mouse, el callo que nace de tantos años de PC. En la Universidad me molestaban por este callo, de todos mis compañeros, yo tenia el callo más grande, eso me hacia popular, era la más nerd. Gracias a los notebook, y los touchpad, mi callo ha disminuido un poco, pero todavía se ve como un hueso.

Pero algo que quiero destacar hoy sobre las manos, es el tacto. Ese sentido que nos ayuda a disfrutar mejor de todo, como la comida. Porque no se puede disfrutar unas papas fritas sin comerlas con las manos, como no se puede disfrutar una pizza sin tocarla. Pero lo mejor, son esos recuerdos que tenemos guardados en el tacto, como la primera vez que nuestras manos se tocaron o anoche, cuando tocaba tus ojitos.

miércoles, 5 de agosto de 2015

Amigos

El sábado me preguntaron “¿Cuántos amigos tienes?” Debo reconocer que la pregunta me hizo sentir súper bien, pensé “Tengo muchos amigos, me faltan dedos en las manos”. Entonces me preguntaron “¿Cuántos de esos son buenos amigos?” Mi primera respuesta fue: “Todos”. Porque ¿para que voy a tener amigos, si no son buenos amigos? Entonces me puse a pensar en lo que realmente querían preguntarme. ¿Qué significa realmente se un buen amigo?

Para los Enanitos Verdes, “los amigos son una luz, brillando en la oscuridad”. Obviamente tienen que estar hablando en sentido figurado, por lo que luz no es luz y oscuridad no es oscuridad. Porque no me imagino a un amigo brillando, así como Mr. Burns, en ese capitulo de Los Simpsons, donde le dan una dosis de algo para seguir viviendo. La oscuridad tiene que ser un problema, donde todo se ve negro. En esos momentos, los amigos resultan ser una luz brillando, no para sacarnos de la oscuridad, sino para iluminarnos, para ayudarnos a ver una salida, o al menos, ayudarnos a no estar tan solos, a no tenerle miedo.

De todos los amigos que tengo, de todos los buenos amigos que tengo, esos que he hecho en este largo camino que llamamos vida, ¿Cuántos brillaran en la oscuridad? Aquí no puedo echarle la culpa a los amigos de no estar cuando veo todo negro, supongo que aprovecho esa oscuridad para escribir, como el día de hoy. Claro, mis amigos no brillan, porque yo no les doy el espacio, ni siquiera les informo donde estoy parada hoy, no me abro. Aunque el sabio puede sacar los pensamientos del corazón, independiente de lo profundas que sean sus aguas. Pero no puedo pretender que todos mis amigos sean sabios, ni puedo pretender que todos mis buenos amigos sean buenos nadadores y la verdad, es que tampoco deseo que todos se tiren al agua. Supongo que uno tiene amigos para cada día, algunos son para reír, algunos son para ayudar, algunos son para escuchar, algunos son para aconsejar, algunos son para un asado, algunos son para un café, algunos son para caminar bajo la lluvia, algunos para comer un collac, etc. Ni siquiera sé si tengo algún amigo que sepa siquiera nadar, menos que haga apnea.

Supongamos que tengo una enfermedad grave, grave grave. El doctor me ha informado que me voy a morir, ¿Qué haría? Supongo que lo pondría en Facebook, tomaría mi mochila y saldría a verlos a todos para despedirme. Estoy segura que puedo contar con todos, trataran de brillar para mí.

Ahora supongamos que estoy en la oscuridad por una conversación con mi esposo, con mi hermana, o con alguno de mis padres. ¿Qué haría? En este caso, no podría hacerlo tan publico, porque no me gustaría dejarlos mal con mis amigos. No me gustaría que se enojaran con alguno de ellos. Entonces, simplemente me guardaría. Evitaría las lágrimas y le bajaría el perfil. No dejaría de contarlo a un buen nadador, me abriría un poco, solo para que no se ahogue en el intento, pero no podría dejar salir todo lo que tengo. Para ser una persona tan extrovertida, soy una persona introvertida.

Los buenos amigos son como un trago. Algunos son para compartir después de un tenso día, como una copa de vino. Sin nada para picar, simplemente una copa de vino. Esos son los amigos con los que uno se puede desahogar por las cosas del día. Una segunda copa para acompañar algo de comida, y una tercera sólo para terminar la botella. Cada uno para su casa y a dormir.

Otros amigos son como una cerveza helada. Estos son los amigos del día, de cuando hace calor, y lo que único que queremos es reírnos. Aunque la cerveza pueda provocar alguna conversación de sentimientos, en general es para reírse de uno mismo. Si acompañamos la cerveza con un poco de carne, entonces hablaremos de eso.

También están los amigos que son como un trago dulce, comienzas a tomarlo, sintiendo un exquisito sabor, y por el dulcecito te vas al segundo vaso. Las conversaciones con estos amigos son así, de menos a más, lentamente. Estos amigos son los que tenemos que poner al día con nuestra vida. Mientras elegimos qué decir, tratando de decir cosas positivas para que no se preocupe, nos hace una pregunta de la que no podemos salir. Comenzamos a abrirnos, lentamente, y vamos por el tercero. Esas conversaciones que nos lavan el cerebro, y que de alguna manera nos mejora. Esas conversaciones en que el trago se hace más dulce y el amigo se hace mejor amigo.

Y por supuesto que existen esos amigos como un trago amargo, como un whisky o un caipiriña. Esos amigos con los que conversamos cosas inteligentes como política, una charla TEC, las estrellas, las fotos del plutón o alguna noticia. Conversación que también nos entretiene y nos ayuda a saber que tan inteligentes son nuestros amigos y que tan profundas son sus lecturas.

Aunque mis tragos favoritos son los que tienen una rutina, como los golpeaditos o como donde tienes que tomar un trago si pierdes en algún juego o simplemente porque naciste en Enero, tienes que pararte, cantar, y tomar una copa. Esos son los amigos con los que envejecerás. Esos son los amigos que se quedan a alojar en tu casa, aun sabiendo que no tienes camas. Aquellos que se levantan temprano a ventilar la casa, sacar la basura y preparar el desayuno. Esos son los buenos amigos. No importa que no sepan todos tus problemas, no importa que no hayan brillado en la oscuridad. Los buenos recuerdos te acompañaran siempre. Ellos son la luz que brilla cuado tú también brillas.

martes, 4 de agosto de 2015

Soltería

Cuando una persona es soltera, parece que no pudiese tener opinión sobre el matrimonio, porque su visión es limitada. Pero no pasa lo mismo con una persona casada que quiere opinar sobre la soltería. Mal que mal, todo casado, alguna vez fue soltero. Así que me siento con la autoridad de hablar de la soltería, aun siendo una persona casada.

Hoy me dio la inspiración Eros Ramazzotti, con su canción Fábula. En ella cuenta la historia de un hombre que se quiso transformar en árbol. En este momento no voy a hablar de esos sentimientos tan alocados, allá él. Hace miles de años los ángeles quisieron transformarse en personas y simplemente lo hicieron. Hoy hombres quieren ser mujeres y lo hacen. Mujeres quieren ser hombres, y pum, lo hacen. Los niños quieren ser grandes, los grandes niños, finalmente parece que muchos quieren ser otra cosa. Bueno, este hombre de la canción quería ser árbol y lo fue.

Ser árbol le enseñó sobre el viento, el sol, las aves, la resina, los conejos y los colibrí. Tal enseñanza llevó a este árbol a sentirse completo, ahora tenía todo el tiempo que siempre quiso, solo para él, para aprender y ser enseñado. Todos los que gustamos de una buena lectura podemos entender esos sentimientos. Cuando llega la hora en que por fin podemos hacer lo que realmente queremos, cuando por fin tenemos el tiempo para nosotros mismos, cuando nos sentamos a leer o simplemente mirar por la ventana y aprender. Esa es felicidad. Al menos eso nos cuenta este árbol.

Supongo que no necesitamos transformarnos en árbol para encontrar la felicidad. Quizás la felicidad está en darnos el tiempo para hacer lo que realmente queremos. Dejar de hacer lo que debemos hacer, por hacer lo que queremos hacer. Dejar de pensar en protocolos y sentirnos libres de decir o pensar lo que queramos. Esa libertad, que paradójicamente encontramos cuando estamos encerrado en cuatro paredes. Y permitir que esa libertad nos llene hasta sonreír, simplemente porque por fin somos libres.

La soltería tiene eso. No quiero decir que el matrimonio no lo tenga.

Aquel árbol no buscó su felicidad en otra persona, buscó su felicidad en sí mismo. Se dio la oportunidad de conocerse a sí mismo y conocer su entorno, así logró ser feliz.

Hoy muchas personas se ponen el objetivo del matrimonio, como eso, una línea de meta que cruzar. Se auto convencen que encontraran la felicidad cuando alguien las quiera, cuando alguien se case con ellas. ¿Y después? Suponen simplemente que serán felices por siempre… pero eso no es tan así. Sentirse querida es genial, pero si uno no se quiere a uno mismo, no importa cuantas veces te digan que te quieren, no le vas a creer. Uno primero tiene que quererse a si mismo, ser feliz soltero. Obvio, ¿a quien puede gustarle una persona que no se quiere? A otro que tampoco se quiere. ¿Y que hace una pareja que no se quiere a sí misma? De solo imaginarme una pareja así, me da pena.

¡Las cosas que uno puede sacar de una canción! Porque cuando el árbol se vio feliz, recién estaba preparado para hacer feliz a otro. Cuando el árbol vio “los ojos de una niña, que le habían robado al cielo, el brillo de dos estrellas”, sintió la necesidad de despertar. Claro, ahora estaba preparado. Por eso, solamente un soltero feliz podrá ser un casado feliz y permitir así, que su compañero también sea feliz.

viernes, 31 de julio de 2015

Café

Cuando uno es niño, los padres se esmeran en que uno no tomé café. Su esfuerzo está en que sus hijos amen la leche y se la tomen toda. Así que cuando a los padres les va bien con el tema de la leche, sus hijos tienen fuertes dientes que sólo se mueven con años de frenillos.

Con el paso del tiempo, todos llegamos a consumir café, no guste o no nos guste. Al principio sólo de monos, quizás si había visitas en casa, uno se aprovechaba para decir que ya teníamos permiso de tomar café y lo hacíamos enfrente del resto. Pensábamos que eso sorprendería a los tíos, pero la burla de un cuarto de cucharadita de café, no era capaz de sorprender a nadie, salvo a nosotros mismos y a los hermanos más chicos.

Poco a poco, comienza la adicción a la cafeína. Primero un café en la mañana, con la intención de despertar, cosa absurda, porque lo que a uno realmente lo despierta es la alarma o la ducha… Luego un café a media mañana para entrar en calor. Un café después de almuerzo para limpiar el estomago. Y quizás un café durante la jornada de la tarde, nuevamente para despertar o despejarnos un poco. En general, siempre hay una excusa, algo en nuestro cuerpo y mente nos dice que no es bueno tomar tanto café, pero como uno se justifica, se lo toma igual.

Con el paso de los años, ya vamos poniéndonos más exquisitos y descartamos algunas marcas, porque no da mucho color, porque el olor es a quemado y no a café, porque es muy suave, porque es muy barato, porque tiene marca de supermercado, etc. Y si vamos de visita a algún lugar y nos ofrecen de estos café, rápidamente nos vamos por el té. Y si la opción del té no existe, entonces nos esforzamos por echarnos nosotros mismos el agua, así dejamos la taza a medias o simplemente cerramos los ojos y la nariz con cada bocarada.

Pero la triste realidad, es que con el paso del tiempo, los cafés malos nos rompen el estomago, empieza la acidez, termino que escuchaba de mi madre pero no podía entender hasta que cambie de marca de café. Claro, cuando uno se cambia al café de grano, y se toma unos minutos para preparar café en cafetera, se acostumbra a la casa pasada a café y a tomar café de verdad, con cafeína de verdad y a la temperatura adecuada. Entonces, volver al café en polvo es toda una agonía, razón suficiente para escoger el té.

Otra cosa que mi madre decía es: “Si tomó café en la noche, después no puedo dormir”. ¡Qué cosa más extraña! ¿Qué relación podría haber? Porque cuando uno se acostumbra a la cafeína no importa si es noche o día, si uno tiene que dormir, simplemente duerme. Pero, llegan los días que nunca pensamos que llegaríamos, donde 6 años de casados significan luna de miel, donde una persona de 15 años es sólo un niño y donde las metas a corto plazo, para otros son a largo plazo. Sí, llegan esos días en que se me cae el carnet en una conversación de cantantes y actores. Llegan esos días en que el té ya no es la segunda opción. Llegan esos días en que el café me da acidez y no me deja dormir de noche.

miércoles, 29 de julio de 2015

Perspectivas

La perspectiva nos permite ver una misma escena, pero con diferentes resultados. La perspectiva nos permite sacarnos fotos divertidas, donde uno sale más atrás y el de adelante te tiene en su mano, o te esta comiendo. Todo depende de la posición del ojo del observador.

En la vida pasa algo parecido, solo que las perspectivas te las da el humor o la falta de este. Puedes encontrar un tremendo desorden en casa y pensar “menos mal que tenemos harta loza, sigamos ensuciando” o podrías gritar “¿acaso soy la nana? Si yo no estoy ¿nadie puede ordenar?”. Todo depende del estado de ánimo.

Pensando negativamente, podría decir que siempre fui un desastre para mis padres, realmente siempre los desilusioné. Como mi madre quedo embarazada de una casualidad, no puedo imaginar la cara de alegría de mi padre, sino sólo la de espanto. Una vez que nací, cometí las siguientes tres decepciones a mi familia.

Primero, no pesé más que otros de mi familia. Porque cuando naces, eres como un lechón, mientras más pesas, más vales. Así que yo, valía muy poco.

Segundo, mi padre vió un tremendo chocho sobre mi frente, horrorizado, pensó que sufriría haciéndome moños tirantes, de esos que uno se ve como china, con los ojos estirados. Porque a mi papá lo criaron diciéndole que el pelo crespo es feo.

Y tercero, como nací un día domingo, mi padre no tuvo un día libre en el trabajo. Cosa que a todos nos gusta tener.

Mi hermana, en cambio, no paso por nada de esto. Todos la esperábamos. Mi padre puedo entrar a la sala de parto, así que fue amor a primera vista, apenas la vio se convirtió en su hija favorita. Pesó más que toda la familia, y nadie ha podido superar ese record y eso que se adelantó dos semanas porque a mi mamá se le ocurrió envirutillar y encerar la casa, así que mi pobre hermana salió como una jirafita, pum para afuera. Además no tenía chochos y nació un día lunes. Ese día, pasé a ser la “guagua grande”…

Ahora, si cambio la perspectiva, y me pongo a pensar positivamente, diría que fui el orgullo de mis cuatro abuelos. Fui la primera nieta y eso nadie me lo puede quitar. Así que andaba en los brazos de uno y de otro. Todos me miraban y se veían reflejados en mí. “Tiene mis ojos”, “tiene mi mentón”, “tiene mi nariz”, etc. Genéticamente hablando, me parece torpe hablar de eso, es obvio que tengo un poco de cada uno, de hecho, soy un poco de cada uno. Incluso ahora, que ya tres están muertos, puedo ver cosas en mí que alguna vez ví en ellos. Soy una mezcla de cada uno de ellos. No solo los llevo en el corazón figurativo, también los llevo en mi libro de la vida.

Como soy la mayor y he tomado buenas decisiones primero que el resto, he sido un orgullo para mi familia. Pero no creo que eso sea lo más importante, yo creo que uno debe estar orgulloso de uno mismo. Tener la capacidad de mirarse al espejo y no desear cambiar nada. Ser capaz de tener una segunda oportunidad en la vida, y volver a tomar las mismas decisiones, volver a cometer los mismos errores o incluso más.

Sin concepción

Ayer terminé mis pastillas que me producen jaquecas, controlan mis hormonas, mi genio y mi carácter, además de hacerme una persona predecible, cuando el real objetivo por el que las tomo es porque impiden la concepción.

Hay días, en que las tomo sin pensar en nada, otras veces las tomo asustada porque me he atrasado, pero también hay de esos días en que tomarlas me da una especie de sentimiento de miedo, de creerme una especie de dios que tiene la vida en sus manos pero decide no crear. Este último sentimiento me atormenta, por lo menos, un par de veces al mes. Esa cosa de poder decidir por la vida de otro ser…

Claro, la anticoncepción es de lo menos natural. La humanidad ha tomado el control sobre crear o no crear, hemos tomado las riendas de formar o no formar familia, incluso de controlar la población. Uno de los grandes beneficios que venden estas pastillas es “evitar el embarazo no deseado”, pero ¿realmente existe tal cosa? Además nos venden el “planificar la familia”, pero eso es realmente creerse dios, sólo que con palabras más lindas. Nos tratan de convencer que somos los dueños de nuestra vida y de la que podría venir, somos dueños de nuestros cuerpos, somos dueños incluso de la familia. Por eso lo venden como “salud preventiva”. Eso es exactamente lo que me molesta.

Ricardo Arjona, refiriéndose al vaticano dice: “prefieren niños con hambre, que un preservativo”. No estoy de acuerdo con el vaticano. Estoy más de acuerdo con Arjona, pero ¿realmente podemos controlar la población de niños con hambre?

Maná habla del embarazo no deseado de Ana, una niña de 15, y explica que la razón fue que “el globito y la conciencia, se quedaron, en un cajón”. Al parecer, existen los casos en que una mujer preferiría no estar embarazada… claro, tiene 15…

Para el resto de las mujeres, quizás con más de 30 años en el cuerpo, “planificación familiar” no nos deja tranquilas… Quizás, deberían vendernos otro término…

lunes, 27 de julio de 2015

A-go-ta-da

Ayer llegué muerta de mi actividad de todos los domingos, así que media hora después, ya estaba durmiendo. Dormí dos horas de siesta, ví una película y a las 23hrs otra vez estaba durmiendo. Sin despertador, obvio, dejaron de hacerse hace años. Sin alarma desperté a las 8 de la mañana y a las 9, otra vez me quedé dormida. Son las 11am, y vengo despertando. Algo me hace pensar que las vitaminas que tomo todas las mañanas no son suficientes. Necesito algo más.

Hace unos años, mi papá pasó por un agotamiento y stress que lo hizo llegar a la clínica. Le hicieron una pila de exámenes, donde el diagnostico fue: Stress. De lo que me acuerdo, esa fue la razón por la que mi viejo llegó ahí… tan típico de los doctores… Así que mi papá le pidió al doctor: “Por qué no me hace dormir y me alimenta sólo de suero. Necesito descansar”. La respuesta del doctor fue emblemática: “Vaya a su casa y apague el celular”.

¿Cómo si fuera tan fácil dormirse unos días? ¿Cómo si fuera tan fácil apagarse un rato?

sábado, 25 de julio de 2015

Mi gusto

Hablando de películas ayer, donde varios estaban de acuerdo en que “El día de la Marmota” es una excelente película, y el hecho de poder ver el pasado o cambiar algo del ayer haría del presente un mejor hoy, yo no estuve de acuerdo. Esta vez, no estuve de acuerdo, no por llevar la contra, sino que la sola idea de volver ayer para cambiar mi hoy me da escalofríos, a mi me gusta mi hoy. Claro, sobre gustos no hay nada escrito. Hay excelentes películas que hablan de lo mismo, como “Volver al futuro”, película que me encanta, donde el mensaje es el mismo: cambiar el presente. Pero no me produce lo mismo que “El día de la Marmota” ni “The family man” ni “Time Lapse”.

Ahora, cuando hablamos de comidas, como los tallarines con salsa de tomate, otra vez no estoy de acuerdo. Es que me carga la salsa de tomate y un plato rojo, me mata. Incluso, considero de lo más impositivo que además te sirvan el plato con la salta revuelta en los tallarines. Casi me cuesta creer que alguien pueda comer eso y hasta disfrutarlo.

Si toca hablar sobre la belleza, otra vez, cada uno ve de manera diferente. Mi padre dice “grande, bonito”, porque a él cualquier cosa lo convence si es grande, incluso grande implica bonito y chico implica feo. Esto para una casa, un auto, un patio, un perro, un árbol, un sueldo y casi cualquier cosa. En esto me parezco a él, claro, llevo más de 30 años escuchando “grande, bonito”. Por lo mismo, me gustan los espacios grandes o que parezcan grandes. Si tienen un tremendo ventanal, entonces da la impresión de un espacio sin limites, o sea, grande, eso es hermoso para mi. Así que tanto mi padre como yo, podríamos vivir en una casa de vidrio. Cosa que algunos les atormentaría.

Mi gusto, es como mi opinión. Nadie debería juzgarme si me gusta o no el tomate. Como nadie debería juzgarme si me gusta o no el rosado.

Mi madre siempre me decía un trabalenguas:
“Si tu gusto gustara del gusto
que gusta mi gusto,
mi gusto gustaría del gusto
que gusta tu gusto.
Pero como tu gusto
no gusta del gusto
que gusta mi gusto,
mi gusto no gusta del gusto
que gusta tu gusto.”

Nuestros gustos deben estar en nuestro ADN, como muchos otros son adquiridos de la experiencia, de las historias, o son propias del aprendizaje. Por eso, no todos gustamos de las mismas cosas, no todos conversamos de los mismos temas, no todos apreciamos en el mismo grado las cosillas de la vida. Somos únicos en nuestro gusto…

miércoles, 22 de julio de 2015

“Que eso no controle tu eso”

Para poder entender el nombre de esta publicación, tengo que contarles una historia.

Hace unos años atrás, cuando todavía estaba viva mi abuelita materna (chuchu), cada vez que yo escuchaba su canción favorita, me ponía a llorar. ¡Imagínate! ¡Lloraba a mi abuelita en vida! Y me rompía el corazón la sola idea de pensar que algún día ya no estaría al lado mío, llegaría el día en que yo no tendría que ayudarla, llegaría el día en que no volvería a escuchar una y otra vez las mismas historias. Sabía que ese día llegaría y por eso no podía evitar llorar, como no lo puedo evitar ahora…

Esa famosa canción sonaba demasiadas veces en mi vida, que llegó el momento en el que tuve que hablar con un viejo amigo (viejo en todo sentido) y suplicarle que cuando esa canción sonará, por favor, le bajara el volumen. Él me escuchó un buen rato, todo mi relato entre lágrimas, entonces levantó las cejas, hizo un mini puchero y dijo: “Que eso (apuntando a mi corazón) no controle tu eso (apuntando a mi cabeza)”… Todo parecía indicar que la canción que no quería escuchar, la seguiría escuchando si dependiera de mi viejo amigo.

Sus sabias palabras me hicieron mucho pensar, y por eso las recuerdo tan bien hoy. Quién iba a pensar que me guiarían hasta ahora. Claro, cuando mis sentimientos se interponen en mi manera de pensar, cuando mis sentimientos no me dejan actuar, cuando unas palabras no me dejan dormir, entonces me digo: “que mi esto no controle mi esto”. Cuando lo logre, volveré a escribir. Por mientras, mi esto controla mi esto.

lunes, 20 de julio de 2015

Mi nombre

Cuando empecé este blog, esperaba ponerme un pseudónimo porque lo hacía más interesante. Pero por recomendaciones de Google+, lo mejor era dejar mi cuenta para el blog. Por eso ahora sale mi nombre y hasta mi foto de perfil. Pero bueno, se supone que es para mejor. Así que saben que mi nombre es Nancy Agüero, aunque ese no es mi nombre completo, obvio.

Cuando mi madre me llevó por primera vez al doctor y su asistente gritó mi nombre dijo: “María Nancy Agüero”, entonces ella pensó: “Tanto nombre para una personita tan chica”. Así que este tremendo nombre me acompañó mis primeros años de vida, y hasta la actualidad en mi casa y en casa de mis padres. Yo creo que todavía mi madre cree que tengo mucho nombre para lo que realmente soy…

En mi círculo cercano de amigos, donde se encuentra mi hermana, todos me conocen como María Nancy. Además, los amigos de mis padres y los amigos de mi hermana. Este nombre tiene para mí esa cercanía que tiene mi familia y quienes me conocen bien. Aunque sé que es más largo de lo normal, solo con que me digan así, ya siento la cercanía.

Con el tiempo, me di cuenta que ese nombre era muy largo, entonces empecé a presentarme como Nancy Agüero. Este nombre me acompañó en el colegio, la Universidad y los nuevos grupos de amigos, donde la manera en que me decía mi hermana no invalidaba el poder que tiene el resto de llamarme como quieran. Con este nombre salí del colegio, con una personalidad diferente a María Nancy de casa. Entonces me fui a la Universidad, donde ya nadie sabía mi primer nombre. Con este nombre hice mi correo electrónico, hice mi primer blog, aprendí lengua de señas chilenas y me hice un poco famosa en todos los ámbitos de mi vida. Debo reconocer que este nombre no me quedó nunca grande, lo supe llevar muy bien.

Hasta que me casé… entonces mi nuevo nombre que me acompaña es Nancy Ortiz. Este nombre no dice mucho de mí, salvo que estoy casada con un Ortiz. Aun así, me presento con este nombre y trato de hacerme una nueva reputación. Aunque ya llevo casi 6 años usándolo, y ya dice un poco quién soy, todavía siento que le falta más de mi, le falta, un poco más de fama.

miércoles, 15 de julio de 2015

Umbrales

Los umbrales de percepción son, la menor cantidad de estimulo capaz de provocar una trasmisión, una mínima reacción. En cristiano, se entiende mejor con un par de ejemplos.

Si una persona choca con el dedo gordo del pie en la pata de la cama y hace un escándalo de eso, se pone a aullar y saltar en un pie, entonces aquel golpe superó el umbral de dolor. Ahora, si la persona se soba el dedo y sigue caminando, entonces el golpe no supera el umbral y por eso no siente dolor. Es decir, la primera persona tiene su umbral de dolor muy por debajo de la segunda. Bueno, yo soy como la primera. Un golpe en los dedos de los pies, puede dejarme inválida unos minutos. Imagínense mi dolor ante un pinchazo, un pellizco o peor aún, una ridícula cosquilla.

El umbral de dolor tan bajo, hace de mí una persona débil. Un dolor de cabeza, un dolor de huesos, un golpe pueden hacerme perder el día. Una amiga dentista, de esas que se creen doctoras por estudiar odontología, me explicó una vez, que quizás mi mamá no sobaba mis heridas, razón por la que yo tampoco lo hago. Poner la mano sobre una herida ayuda a calmar el dolor, mientras que en mi caso, el dolor se prolonga con sus ondas. Considero que esta idea no es tan alocada, ya que mi madre, antes de caerme me decía: “Si te caes, te pego”. Con dicha amenaza en mente, ante una caída me levantaba en tres tiempos. Nunca me sobaba, nunca me tocaba y nunca me quejaba… hasta ahora.

También existen otros umbrales, como el del aburrimiento. Tengo un par de amigos que tienen este umbral muy bajo. Ante la pequeña monotonía en algo, se amurran, se aburren y prefieren trabajar. Este umbral demasiado bajo me cae más mal que el mío. Claro, si no hay payaseo, se aburren. Si estamos conversando, se aburren. Si estamos viendo graciosos videos de YouTube, se aburren. Lo peor es que el aburrimiento no les da sueño. Se parecen a los Sims, que cuando están aburridos no quieren estudiar, no quieren comer, no quieren hacer ejercicios, nada. Así se ponen estas personas de umbral de aburrimiento muy bajo. Son una lata. Parece que no disfrutaran de las cosas pequeñas del día a día. Siempre tienen que estar arriba de la pelota para poder sacar recuerdos, sino, solo es un día que pasa.

Hasta el momento, voy con un umbral bajo y otro alto. Voy ahora por el tercer umbral para desempatar.

El umbral bajo a la estupidez.

Hace unos días veía un programa, donde decían que el protagonista, David, no toleraba la estupidez. Tenía este umbral muy bajo. Podía respetar a las personas superiores a él, incluso podía respetar a sus pares. Pero ante una persona un poco estúpida, actuaba mal. Este umbral bajo puede ocasionar algunos problemas, como los que tuvo David. Pero lo peor de un umbral, es que no se pueden controlar del todo. Considero que tengo el umbral a la estupidez bajo cuando la estupidez viene de un hombre, de una persona de mi misma edad o de una persona que creo que es mi par. Si la estupidez viene de un niño o de una persona menor que yo, creo que la puedo tolerar… creo. Como este umbral tiene que ver con nuestras relaciones con los demás, estás pueden dañarse. Quizás puede que no nos importe la visión que tenga una persona un poco estúpida de uno, pero, siempre hay más personas mirando. No me gustaría pasar como una persona poco tolerante, o cerrada. Menos me gusta la idea que una persona un poco estúpida afecte la manera en que me vea el resto, que quizás no sean tan estúpidos. Si tan solo pudiera subir un poco más este umbral… o al menos pudiera disimular…

martes, 14 de julio de 2015

Juan Salvador Gaviota

Este libro es uno de los que te hacen leer de niños, pero que logras entenderlo y amarlo ya de grande.

Juan Salvador de apellido Gaviota, es una gaviota que ama volar. Mientras el resto de sus pares vuela solo para alcanzar su comida, Juan Salvador lo hace por entretención. No le basta con solo planear, él siempre desea ir un poco más alto.

Los padres de Juan Salvador no pueden comprenderlo y aunque tratan de ocultar los gustos de su hijo, finalmente pierden toda posibilidad de mantenerlo junto a ellos. Es una decepción para la familia. Al parecer, Juan Salvador quiere ser otro pájaro, y no una simple gaviota. Por eso, es expulsado.

¿Acaso no somos expulsados de un circulo para entrar a otro? Cada vez que queremos hacer algo diferente, hacer algo medio loco para los pares, cada vez que queremos volar alto, somos expulsados. Tal como Juan Salvador, al ser expulsado, solo quería llorar, se sentía solo. Pero, sin saberlo, en el mundo de los expulsados había otros grandes voladores, encontró a sus nuevos pares, esta vez, pares de verdad, pares con las mismas metas y gustos. Encontró su verdadero círculo, sus amigos que lo acompañarían en esta nueva etapa de la vida.

Bueno… para volar un poco más alto, a veces incluso tienes que dejar a los padres. Ellos consideran que lo mejor para nosotros es estar en el montón, ser aceptados por la sociedad. Pero no todos deseamos ser aceptados por el montón, algunos preferimos ser aceptados por nosotros mismos. Mirarnos al espejo sabiendo que lo que se muestra al mundo de nosotros, no es más que un reflejo de lo que somos por dentro…

Volar es lo mejor que podemos hacer. Ser expulsados de un mundo rutinario y sin metas, es un logro. Dejar de caminar en un camino ancho, nadar contra la corriente, es una razón para sentirnos orgullosos. Y como dijo Gandhi: “Cuando hay una tormenta, los pájaros se esconden. Pero las águilas vuelan más alto”. No solo las águilas, un par de gaviotas también.

¿Y yo? ¿Vuelo más alto?


lunes, 13 de julio de 2015

Dar y Recibir

Se dice que “hay más felicidad en dar que en recibir”. Aunque despertamos gracias a un regalo, la vida, siempre es mejor dar que recibir. Para sentirse feliz por la vida, “damos” gracias. Algunas personas prefieren que les den antes que recibir, esas son aprovechadoras. Y aunque eso prefieran, eso no las hace más felices que una persona acostumbrada a dar.

Ayer vi un video de una persona que veía a mendigos comiendo y les pedía comida. Todos, sin excepción, le dijeron que no. Algunos le explicaron que era muy difícil conseguir comida, otros lo insultaron. Entonces, cambian la estrategia y a todos les dan una pizza caliente. Los mendigos muy agradecidos, casi lloran de la emoción. Luego, comienza el experimento nuevamente. Entonces el hombre comienza a pedirles comida, considerando que esta vez no fue difícil conseguirla, pero la respuesta es la misma. A excepción de un hombre, que le ofrece un buen pedazo de pizza y lo invita a sentarse junto a él en la calle. Comen juntos la pizza y el hombre le da las gracias y mucho dinero. Entonces el mendigo llora.

Este ultimo mendigo, llora de la felicidad, de haber sido bendecido dos veces, una con pizza y otra con dinero. Pero, ¿Qué hace a este mendigo ser feliz?- La buena obra de compartir anteriormente su pizza.

Cuando uno da a otros, siempre recibe una recompensa, nos sentimos felices. ¿Acaso hay otra motivación para esta vida?

Estimados lectores, no se sientan presionados a darme, sólo denme la oportunidad de ser feliz.

jueves, 9 de julio de 2015

Fotos Familiares

Cuando pienso en fotos familiares, pienso en esas fotos de padres e hijos rubios, todos felices, promocionando un nuevo condominio. Como asegurándote que viviendo en ese lugar, tendrás hermosos hijos que disfrutarán jugar en esa placita. Claro, los que se van a vivir ahí, no son rubios, al menos no en este país. Tampoco sus hijos llegan con la cara llena de risa a casa. Y la famosa plaza se lo pasa desocupada o con una par de parejas de pololos de 13 años.

En mi familia no tenemos muchas fotos. Mi hermana y yo tenemos miles, mis padres tienen miles, pero los cuatro juntos, tenemos muy pocas. Claro, cuando nosotras éramos niñas no andábamos con un fotógrafo que quiera estampar nuestros momentos…

En mis tiempos, uf, eso sonó como abuelita. Bueno, cuando yo era niña, las fotos eran como en colores sepia y las desarrollaban en un papel fotográfico con esquinas redondas. Y la moda de esos años, no era muy bonita, de hecho parece que éramos todos feos. Si veo una foto puedo recordar lo que hacia antes de tomármela, donde estaba e incluso algunos detalles. Como en la película “Efecto Mariposa”. Esos recuerdos se quedaron para siempre ahí, en esa pequeña foto de bordes redondos.

Distinto es ahora. Soy una fanática de las fotos, no así de los videos. Escuchar mi voz me da escalofríos, es igual a la de mi hermana. ¿Pero las fotos? Las amo. Claro que no ando sacándome fotos por la vida, pero por lo menos todas las semanas. Aun así, ahora las veo y no tengo idea de donde estaba. Como tengo tantas, no siempre puedo recordar qué estaba haciendo.

Algo parecido deben sentir los papitos que les sacan fotos a sus hijos cada 5 minutos. Imposible que se acuerden de todos esos “momentos”. Y que patético será cuando esos niños vean miles de fotos y solo tengan que escoger unas 3 para su licenciatura y unas 10 para su matrimonio. Al final, la niñez se puede resumir en eso, unas 10 fotos…

Jaquecas

Soy una persona jaquecosa, desde los 13 años, edad en que me llegó la menstruación. Como mi papá y mi abuela paterna padecen de jaqueca, entonces me mandaron medio Migranol a la boca y fin del problema… al menos eso pensábamos. Con el paso del tiempo, me he hecho adicta a Migranol, Migratan o “lo más barato que se le parezca” como digo en la farmacia.

Mis migrañas son de distintos tipos, depende del ánimo, los problemas, el sol, la luna y casi cualquier cosa que pueda provocarlas.

Tengo migrañas sin aura, es decir, no veo cosas raras. Estas jaquecas son en un lado de la cabeza, generalmente en el sector derecho, aunque también tengo en el sector izquierdo. Yo siempre he dicho que mis jaquecas van bajando, porque después me toman el ojo y la mandíbula, del mismo lado. De este mismo tipo de migrañas, tengo la pulsátil, donde siento el latido de mi corazón, y estas son más invalidantes.

También tengo las migrañas con aura, que es cuando veo cosas raras, como una nubecita sobre las cosas, que se mueve conmigo. Lo peor de esto es que me afecta mi punto ciego y con el ojo derecho siento que cada vez veo menos. Grandes pintores  y escritores han aprovechado sus episodios de migrañas para describir eventos fantásticos o alteraciones visuales.

Por ser jaquecosa odio los silbidos, los tarareos, la luz fuerte, los olores ácidos, los olores de perfumes baratos, el humo, el olor a bencina y casi cualquier mal olor. Así que casi cualquier cosa que haga el resto me afecta para mal. Y como no puedo pelear con el sol, siempre me verán con lentes de sol. Uso perfumes dulces, y nada en exceso. Y si alguien está hablando muy chillón o silbando, muchas veces lo hago callar. Si puedo evitar a alguien chillón, como la cajera del Unimarc, lo hago.

La solución a mi problema es vomitar, pero no siempre lo logro. Aunque ya me hice experta poniendo mis dedos en la boca, no siempre es el mejor lugar para hacerlo. Además, el ruido espanta al resto. Aunque al principio es lo peor, sé que después estaré bien, siento que me baja la presión y comienzo a ser yo otra vez.

Como llevo muchos años en esto, y tengo jaqueca una vez por semana como mínimo, he tratado de vivir con mi problema y seguir en mi rutina. Pero, otras veces, mi sonrisa desaparece, me apago. Y los pensamientos negativos me atacan. Lamentablemente, deseo la muerte.

Se me parte el corazón recordar la primera vez que dije en voz alta “quiero morir”. Claro, el resto se desespera y comienzan a decirte lo bien que les haces y que no harían nada sin ti. Pero eso no importa, los sentimientos están dominados por la cabeza, y como la cabeza está mala, no se puede sentir nada, ni bueno ni malo.

¿Cómo ayudarme? Principalmente no decirme tonteras.
- “Yo creo que te falta tomar agua”- Como la jaquecosa soy yo, créanme cuando les digo que yo tomo agua, todos los días, de la llave. Además tomó jugo de limón siempre que tengo que salir varias horas, para prevenir.
- “¿No será el queso?”- Yo sé que el queso me hace mal y lo evito todo lo que puedo, pero a veces lo deseo. Si como queso es porque a sabiendas comí y no puedo arrepentirme ahora, no hay nada que hacer, lo hecho hecho está. Lo mismo con el vino y chocolates.
- “Deberías ir al doctor”- ¿Realmente creen que no lo he intentado?
- “No tomes Migratan”- Es realmente mi última opción, entiendo que podría tener un aneurisma en el futuro, pero si no paso el presente nunca tendré futuro.

Para mi próxima jaqueca, trataré de escribir algo fantástico, aunque creo que la luz del monitor me va a hacer peor…

miércoles, 8 de julio de 2015

Q.E.P.D

Hace un mes, me llamaron para decirme que mi prima de 23 añitos había muerto, la atropellaron a tres cuadras de su casa. Se paró, le dijo al chofer que no era nada, que estaba bien. Entonces pidió ropa limpia y su única preocupación era dar su certamen a un par de cuadras más allá. Como en todo accidente, llegó la ambulancia y sin importar lo bien que se sentía, la subieron y la llevaron al hospital. Ahí la revisaron, y la enviaron a Concepción. En la ambulancia, vomitó y así, sin despedirse, sin saber siquiera que lo último que vería sería un par de personas vestidas de blanco con un polar azul marino y un techo de color metálico. Así, sin el espacio de decir sus últimas palabras a su gente, se fue.

Cuando muere alguien no podemos evitar pensar en nuestra vida y pensar en nuestra muerte. A veces, cuando hago un viaje largo, le pido a Dios que me cuide. Claro, no siempre se pueden evitar los accidentes, entonces ruego por saber que me estoy muriendo.

Si solo supiera que me estoy muriendo, que me quedan 5 minutos, los aprovecharía para decir que fui feliz, decir que valió la pena vivir poco contigo que haber vivido mucho sola. Desearía darte mi último beso, mi última lágrima y mi última sonrisa.

Quisiera tener la oportunidad para agradecer a mis padres por la educación que me dieron, por enseñarme a mirar la luna todas las noches y detenerme en un viaje solo para mojar mis pies. Y tener el tiempo para agradecer a Dios por ellos, para que no me extrañen, sino que me recuerden. Para rogarles que me esperen y que en un abrir y cerrar de ojos nos volveremos a reunir.

Necesitaría más de 5 minutos para conversar con mi sister. Seguro empezaría con una broma, que la pondría más nerviosa y que no evitaría que igual no más lloráramos. Solo decirle que todo se lo he dicho, que no hay secretos que ella no sepa y que si tuviera otra oportunidad en la vida, no permitía que se me fuera tan lejos, como ella no permite que yo me vaya ahora.

Y si me dieran un minuto más, mencionaría a todos mis amigos por su nombre y si me alcanzara el tiempo, poder decirles por qué los admiro y los elegí para caminar junto a mí. Además, recordarles que en mi iPad tengo notas de todos mis alumnos, sus percepciones, sus dudas y las metas que tengo para con ellos a corto plazo. Si tuviera un poco más, encargaría a mis alumnos a un par de amigos.

¿Si tuviera 5 minutos? Seguiré diciéndoles lo que pienso ahora, para no necesitar mis últimos 5 minutos después.

martes, 7 de julio de 2015

¿Cambiar? ¿Adaptarme?

Para entrar en algún círculo de gente, uno debe cambiar. Para ser “pelolais” hay que tener el pelo largo, liso, ser buena para comprar, tener iPhone, no pegarle mucho a la tecnología, comer ensalada César, sushi y blue chesse, además de tener un proveedor para tu Visa. Aparte de las lucas, parece fácil poder encajar. Para ser “nerd”, tienes que usar lentes, tener el pelo chascón, saber mucho de tecnología, leer paper, blog y Twister, jugar cartas Magic o similares y por su puesto, haber visto y disfrutado La Guerra de las Galaxias, Volver al Futuro y Star Trek. Tampoco es tan difícil entrar, no son un grupo cerrado y cada vez es más numeroso.

Adaptarnos parece ser parte de nuestra formación. En eso se basa la amistad, el noviazgo y el matrimonio. Pero “adaptación” no es lo mismo que “cambiar”. Porque lo que realmente llevamos dentro, por muchas carcasas, mascaras o disfraces que nos pongamos, siempre sigue guiando nuestros pensamientos y emociones. Si las personas piensan que somos serios, pero no lo somos en casa, ¿a quien engañamos? Si en casa tenemos opinión y nos gusta debatir, pero afuera somos personas pacificadoras, que no queremos pelear ¿realmente engañamos al resto? Yo pienso, que al principio puede ser que nuestra capacidad de adaptación nos ayude a reflejar lo que queramos que la gente vea de nosotros, pero, tarde o temprano, el “verdadero yo” sale a la luz. Cambiar nuestra esencia para ser aceptados por personas que no son como nosotros o ser aceptados por personas que no nos quieren, no le da sentido a nuestra vida, solo nos distrae de nuestro objetivo y espanta a quienes sí valen la pena.

Paolo Meneguzzi dice “Por una como tu, cambiare de veras. Por una como tu, sabes que lo haré”. ¿Realmente existe alguien que sea capaz de enamorarse de una persona que cambió por uno? Acaso ¿no sería mejor, enamorarse de una persona real, autentica y que en esencia sea lo que necesitamos? Supongamos que esta persona realmente cambia por uno, entonces todo perfecto, somos tal para cual, la media naranja que dudábamos que existiera, todo lo que soñamos. Pero, y si algún día, apareciera una persona que gusta de él tal como es, sin ese disfraz de mi media naranja ¿Qué haría? Y yo, ¿Qué hago? ¿Me quedo con su disfraz colgado en mi closet, esperando que a otro le quede bien?

Mejor, oponerse a la Matrix de encajar en los círculos y ser natural. Seguro alguien también salió de su caparazón y está listo para mí. Claro, yo pienso que uno no está predestinado a estar con alguien, yo creo que nos preparamos para alguien. Creo que el camino por el que andamos nos forma, nos va creando, va creando mi personalidad. Mientras él, camina preparándose para mí, creándose para mí. Sin adaptaciones ni cambios, sólo madurez y experiencia, errores y logros, que no lo hacen mi príncipe azul, lo hacen mi complemento perfecto.

¿Estoy lista para salir de mi caparazón?


“Cuida lo ajeno como si fuera tuyo”

Este dicho si que lo encuentro ridículo. Claro, debe haber gente que cuide sus cosas, pero yo creo que uno no nace con la tendencia de cuidar sus cosas. Desde niños, nuestra responsabilidad ha sido romper las plantas de la mamá, quebrar los vasos, botar a la hermana chica, rayar los juguetes, darse vuelta carnero en el sillón, jugar a la pelota dentro de la casa, etc. Después, con los años, uno va aprendiendo que la mamá se enoja cuando uno hace eso, y trata de evitarlo, echarle la culpa al hermano o simplemente negar, negar y negar.

Cualquiera que me conozca un poco sabe que mi tendencia no es a cuidar mis cosas, parece que tengo la suerte de no romperlas. Pero si estoy triste mi teléfono se cae y no tengo problemas de usar mi iPad como individual, quizás solo para espantar al resto. Así que si me prestan algo, no me digan que la cuide como si fuera mío, quizás lo rompa, lo pierda, lo raye o lo inutilice.

Hay personas a las que les prestaría mi casa, confió en que no la quemarán ni la inundarán, pero son las menos.

Prestar cosas es algo delicado. Están esas cosas que uno ya dio por perdido, por ejemplo, mi bandeja de desayuno en la cama. La presté una vez y ya siento que no es mía.

Están esas cosas que a uno le han prestado y que espera que el dueño se olvide. Así que le informo a la que me prestó un hacha, que la dé por perdida. O sea, si se la devuelvo, me muero de frío. Y en el verano jamás me acordaré.

También están esas cosas sagradas, que prestamos y que en la retina tenemos la cara del responsable de que algo malo le ocurra. Como mi juego de póker. Sé donde está y cada vez que lo veo, encima del mueble frente a la ventana, pienso que ya es hora de que vuelva a casa. Aunque sé que está en buenas manos, algo por dentro me dice que no puede quedar mucho más tiempo ahí.

Y por su puesto, también tengo en mis manos de esas cosas sagradas de otros, como el Xbox de mi hermana. Como ella me conoce muy bien, no me dijo tontamente que lo cuidara como si fuera mío, ni como si fuera suyo. Me dijo: “Cuídalo como hueso santo”. Obvio, si yo tuviera un hueso santo, quizás lo vendería al museo, pero dejando de ser literal y para que no se echara para atrás, le dije que entendí muy bien su idea.

Y por último, están esos prestamos de plata, claro, estos siempre parecen ser más importante. Y como bien dice un proverbio “el que toma prestado es siervo del hombre que hace el préstamo.” Yo creo que eso se da más que nada en los préstamos de plata. Y si no puedes devolver luego, entonces te nace ese temor al otro, a mirarle la cara, a que te vea comerte un completo o simplemente que te vea reír. Parece que te mirara y dijera: “¿Cómo se puede reír si me debe plata?” “Parece que ya le pagaron, porque anda gastando su plata por ahí, comiendo”. Siempre es mejor esconderse, rogar a tener lo pactado y devolver lo antes posible.

Prestar o no prestar ¿Será esa la cuestión?