Cuando una
persona es soltera, parece que no pudiese tener opinión sobre el matrimonio,
porque su visión es limitada. Pero no pasa lo mismo con una persona casada que
quiere opinar sobre la soltería. Mal que mal, todo casado, alguna vez fue soltero.
Así que me siento con la autoridad de hablar de la soltería, aun siendo una
persona casada.
Hoy me dio
la inspiración Eros Ramazzotti, con su canción Fábula. En ella cuenta la
historia de un hombre que se quiso transformar en árbol. En este momento no voy
a hablar de esos sentimientos tan alocados, allá él. Hace miles de años los ángeles
quisieron transformarse en personas y simplemente lo hicieron. Hoy hombres
quieren ser mujeres y lo hacen. Mujeres quieren ser hombres, y pum, lo hacen.
Los niños quieren ser grandes, los grandes niños, finalmente parece que muchos
quieren ser otra cosa. Bueno, este hombre de la canción quería ser árbol y lo
fue.
Ser árbol
le enseñó sobre el viento, el sol, las aves, la resina, los conejos y los
colibrí. Tal enseñanza llevó a este árbol a sentirse completo, ahora tenía todo
el tiempo que siempre quiso, solo para él, para aprender y ser enseñado. Todos
los que gustamos de una buena lectura podemos entender esos sentimientos.
Cuando llega la hora en que por fin podemos hacer lo que realmente queremos,
cuando por fin tenemos el tiempo para nosotros mismos, cuando nos sentamos a
leer o simplemente mirar por la ventana y aprender. Esa es felicidad. Al menos
eso nos cuenta este árbol.
Supongo que
no necesitamos transformarnos en árbol para encontrar la felicidad. Quizás la
felicidad está en darnos el tiempo para hacer lo que realmente queremos. Dejar
de hacer lo que debemos hacer, por hacer lo que queremos hacer. Dejar de pensar
en protocolos y sentirnos libres de decir o pensar lo que queramos. Esa
libertad, que paradójicamente encontramos cuando estamos encerrado en cuatro
paredes. Y permitir que esa libertad nos llene hasta sonreír, simplemente
porque por fin somos libres.
La soltería
tiene eso. No quiero decir que el matrimonio no lo tenga.
Aquel árbol
no buscó su felicidad en otra persona, buscó su felicidad en sí mismo. Se dio
la oportunidad de conocerse a sí mismo y conocer su entorno, así logró ser
feliz.
Hoy muchas
personas se ponen el objetivo del matrimonio, como eso, una línea de meta que
cruzar. Se auto convencen que encontraran la felicidad cuando alguien las
quiera, cuando alguien se case con ellas. ¿Y después? Suponen simplemente que
serán felices por siempre… pero eso no es tan así. Sentirse querida es genial, pero
si uno no se quiere a uno mismo, no importa cuantas veces te digan que te
quieren, no le vas a creer. Uno primero tiene que quererse a si mismo, ser
feliz soltero. Obvio, ¿a quien puede gustarle una persona que no se quiere? A
otro que tampoco se quiere. ¿Y que hace una pareja que no se quiere a sí misma?
De solo imaginarme una pareja así, me da pena.
¡Las cosas
que uno puede sacar de una canción! Porque cuando el árbol se vio feliz, recién
estaba preparado para hacer feliz a otro. Cuando el árbol vio “los ojos de una
niña, que le habían robado al cielo, el brillo de dos estrellas”, sintió la
necesidad de despertar. Claro, ahora estaba preparado. Por eso, solamente un
soltero feliz podrá ser un casado feliz y permitir así, que su compañero
también sea feliz.
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