martes, 4 de agosto de 2015

Soltería

Cuando una persona es soltera, parece que no pudiese tener opinión sobre el matrimonio, porque su visión es limitada. Pero no pasa lo mismo con una persona casada que quiere opinar sobre la soltería. Mal que mal, todo casado, alguna vez fue soltero. Así que me siento con la autoridad de hablar de la soltería, aun siendo una persona casada.

Hoy me dio la inspiración Eros Ramazzotti, con su canción Fábula. En ella cuenta la historia de un hombre que se quiso transformar en árbol. En este momento no voy a hablar de esos sentimientos tan alocados, allá él. Hace miles de años los ángeles quisieron transformarse en personas y simplemente lo hicieron. Hoy hombres quieren ser mujeres y lo hacen. Mujeres quieren ser hombres, y pum, lo hacen. Los niños quieren ser grandes, los grandes niños, finalmente parece que muchos quieren ser otra cosa. Bueno, este hombre de la canción quería ser árbol y lo fue.

Ser árbol le enseñó sobre el viento, el sol, las aves, la resina, los conejos y los colibrí. Tal enseñanza llevó a este árbol a sentirse completo, ahora tenía todo el tiempo que siempre quiso, solo para él, para aprender y ser enseñado. Todos los que gustamos de una buena lectura podemos entender esos sentimientos. Cuando llega la hora en que por fin podemos hacer lo que realmente queremos, cuando por fin tenemos el tiempo para nosotros mismos, cuando nos sentamos a leer o simplemente mirar por la ventana y aprender. Esa es felicidad. Al menos eso nos cuenta este árbol.

Supongo que no necesitamos transformarnos en árbol para encontrar la felicidad. Quizás la felicidad está en darnos el tiempo para hacer lo que realmente queremos. Dejar de hacer lo que debemos hacer, por hacer lo que queremos hacer. Dejar de pensar en protocolos y sentirnos libres de decir o pensar lo que queramos. Esa libertad, que paradójicamente encontramos cuando estamos encerrado en cuatro paredes. Y permitir que esa libertad nos llene hasta sonreír, simplemente porque por fin somos libres.

La soltería tiene eso. No quiero decir que el matrimonio no lo tenga.

Aquel árbol no buscó su felicidad en otra persona, buscó su felicidad en sí mismo. Se dio la oportunidad de conocerse a sí mismo y conocer su entorno, así logró ser feliz.

Hoy muchas personas se ponen el objetivo del matrimonio, como eso, una línea de meta que cruzar. Se auto convencen que encontraran la felicidad cuando alguien las quiera, cuando alguien se case con ellas. ¿Y después? Suponen simplemente que serán felices por siempre… pero eso no es tan así. Sentirse querida es genial, pero si uno no se quiere a uno mismo, no importa cuantas veces te digan que te quieren, no le vas a creer. Uno primero tiene que quererse a si mismo, ser feliz soltero. Obvio, ¿a quien puede gustarle una persona que no se quiere? A otro que tampoco se quiere. ¿Y que hace una pareja que no se quiere a sí misma? De solo imaginarme una pareja así, me da pena.

¡Las cosas que uno puede sacar de una canción! Porque cuando el árbol se vio feliz, recién estaba preparado para hacer feliz a otro. Cuando el árbol vio “los ojos de una niña, que le habían robado al cielo, el brillo de dos estrellas”, sintió la necesidad de despertar. Claro, ahora estaba preparado. Por eso, solamente un soltero feliz podrá ser un casado feliz y permitir así, que su compañero también sea feliz.

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