Para hablar
de los sordos, primero tengo que hablar un poquito de mí. Hace un par de temas
atrás, cuando hablé de las manos, dije que hablo en señas, pero la verdad es
que conozco muy bien la Lengua de Señas Chilenas (LSCH)… Aunque creo que eso me
queda chico. No sólo la conozco, la sé, la siento, la vivo. Hablo en señas
chilenas como si fuera mi lengua nativa y la adoro. No sólo adoro la lengua en
sí, sino que adoro quién soy cuando las uso… No contenta con esto, hace unos
años, comencé a estudiar Lengua de Señas Americanas (ASL). Aunque no la manejo
bien, sí la entiendo bien.
Aprendí
LSCH hace unos 10 años, cuando recibí una invitación a participar en un curso
gratuito. Curso, que por lo demás, llegué un año tarde porque me llegó un año
tarde la invitación. Así que sólo estuve en dos clases. Pero lo más importante
para mi no fueron las clases o la falta de ellas, sino el conocer a los sordos,
su cultura, sus sonidos, sus palmetazos, sus abrazos, sus risas, su todo. A
diferencia de otras culturas, a los sordos les gusta cuando un oyente comienza
a estudiar su lengua… A la larga, somos los oyentes que sabemos señas lo que
seremos sus interpretes después. Si la tarea quedara solo en ser intérprete,
todo sería más fácil para el oyente, pero después uno termina siendo su voz, su
confidente, su mejor amigo, su maestro, su lector de noticias y mucho más. Por
eso dicen que los sordos son acaparadores… pero la verdad, es que estamos en un
mundo de oyentes, no es su culpa, la culpa es nuestra, como sociedad, de creer que
estamos preparados para la integración, cuando mentalmente no lo estamos.
Mientras
uno más aprende señas, más conoce su cultura, más entiende sus problemas, más
los ama y más sufre. Porque hablar señas va de la mano con ver injusticias, con
querer defenderlos, pero ¿de quién? ¿No es acaso, defenderlos de nosotros
mismos? Finalmente, los sordos estarían mejor en un país de sólo sordos…
De su
cultura, hay muchas cosas escritas bajo el término “sordedad”, término que
ellos mismos inventaron. Su cultura está relacionado con su idioma mismo, pero
también tiene sentimientos contra los oyentes o inclusos contra los
sordo-medio, que son los sordos que hablan.
Otro
término de la cultura sorda es CODA (Child Of Deaf Adult), que es la cultura
que tienen los hijos oyentes de padres sordos. Porque los coda también tienen
una cultura, más que mal, a ellos les ha tocado defender a sus padres,
enseñarles, traducirles, y muchas veces, simplemente mentirles para que no
sientan mal.
En mis años
en este mundo de sordos y sordedad, he conocido un par de matrimonios coda. Hay
un matrimonio de coda que vive cerca de mis padres y cuando nos encontramos,
siempre hablamos en señas, es que ese es su idioma natural. Pero eso no se ve
siempre… o más bien, eso se ve muy pocas veces. En la mayoría de los casos, los
coda se van muy jóvenes de la casa de sus padres y se avergüenzan de ellos.
Así que el
mundo de los sordos es tan oscuro como el de los ciegos.
Pero no
pretendía escribir este tema para deprimirme, sino para contar lo que los
sordos me han dado, razón por la que los tengo presentes siempre.
Todas los
sordos, interpretes, familiares de sordos y personas famosas tenemos una seña,
un apodo, una manera en que nos identifican. Mi seña significa “no me importa”.
Al principio era por mi pelo, pero luego el gesto se fue deformando. Por más
que me esforzaba para que los sordos lo hicieran bien, simplemente cambio
completamente el significado original. Cuando pregunté por qué mi seña la hacían
como “no me importa”, me dijeron que cada vez que me molestaban, a mi me daba
igual, todo me resbalaba, nada me importaba. Trate de defenderme, diciendo que
no era verdad, pero no valió la pena. Sencillamente soy “no me importa”. A
algunas personas le ponen una seña por algún defecto que tengan, si son
pelados, esa será su seña. Así que por lo general las señas son de orejas, de
lunares, de cortes de pelo, de color de pelo, de dientes, etc. Otros son de
personalidad, como el mío. Otros son de profesiones, oficios o trabajos que
hace la persona. La cosa es buscar algo que haga a esa persona diferente al
resto.
Me
impresiona que hablando un idioma que no era el mío, fueron capaces de saber
quién era… No es verdad que todo me da lo mismo, pero es verdad, que minimizo
algunas cosas, especialmente las cosas tontas. Así que ahora me siento
completamente identificada con mi apodo.
La lengua
de señas no tiene eufemismos y eso también enriquece mi forma de percibir el
medio. Por ejemplo, si quiero contar una noticia, donde un chico de 16 años se
suicido, en señas tendría que explicar cómo lo hizo. Podría decir “un joven de
16 años se ahorcó” o “un joven de 16 años se cortó las venas”, etc. No hay
manera de minimizar lo que realmente ocurrió. Y cuando uno tiene que explicar
esas cosas, uno tiene que hacer toda la mímica de poner una cuerda, hacer un
nudo, poner la cabeza en el centro y luego cerrar los ojos y sacar la lengua. Sin
eufemismos la cosa es más escalofriante. Aunque parezca que eso es malo, no lo
es, porque el sufrimiento de otro se vive, se siente y eso nos enriquece como
seres humanos.
La lengua
de señas es rica en sentimientos, por eso muchas veces las prefiero para contar
algo. Cuando las lágrimas no te dejan contar algo, las manos sí te lo permiten.
Lo mismo cuando uno está tan feliz por algo. Como el español tiene tantos
eufemismos, no siempre se puede explicar algo como uno lo ve, entonces uno se
pone a hacer señas, mostrar alguna foto, indicar a alguien o simplemente
terminar diciendo: “Es cierto, si quieres pregúntale a él”. Pero en señas no se
necesita de otra persona para poder explicar algo grandioso, se dice y listo,
todos se emocionan contigo. ¡Amo las señas!
Aunque este
tema se llama “Sordos”, debo reconocer que se me ha pasado la mano hablando de
su idioma, pero el idioma crea la cultura, por eso no es menor. Un sordo que no
usa las señas, no tiene la cultura de sordo, no hay sordedad. Nuestro idioma
nos forma, como las señas forman a los sordos. Razón por la que los sordos del
mundo tienen la misma personalidad.
La
personalidad del sordo es tan rica como su idioma. Como ya dije, los sordos son
dependientes de los oyentes que los entienden, así que siempre se unirán a uno
como una lapa. Además son generosos y podrían darnos el pan que tienen en las
manos, sólo para mostrar gratitud o simplemente cariño. Pero lo que más me
gusta de ellos, es su imaginación.
A la edad
de 4 años, cuando todos pasamos por la época del “¿Por qué?” el sordo también
la vive, la gran diferencia es que nuestros pacientes padres nos responden,
mientras que el niño sordo ni siquiera sabe armar esa pregunta en señas y menos
sus padres saben siquiera que el hijo el sordo. Entonces, ¿quién responde a sus
interrogantes? Su imaginación. Si le preguntas a un sordo ¿Qué son las
estrellas? Podrías enamorarte de su respuesta. ¿Por qué el cielo es azul?
Fascinante. En esa exquisita imaginación, imaginan que les dijiste que hoy irías
a su casa a las 17hrs. Entonces te espera y tú no llegas. La siguiente vez que
se vean, sin dudar, te hará saber que te estuvo esperando. Y la verdad, es que
no hay manera de convencerlo que tú nunca dijiste eso. Esa es su realidad,
aunque para ti sea sólo su imaginación.
Algo que
también adoro de los sordos es su sinceridad, quizás también tiene que ver con
que su idioma no permite los eufemismos. Ellos podrían decirte que tal persona
dijo algo malo de ti. Podrían decirte que estás más gorda que la última vez que
te vio. Pueden decirte que estás más vieja. No tienen rodeos en decirte que vio
a tu pareja con otra persona, etc. No lo hacen para hacerte daño, lo hacen
porque son sinceros, porque siempre dicen la verdad. Por eso, cuando ellos
mismos se equivocan, lo dicen abiertamente y piden perdón de corazón. Aunque el
dicho “no tienen pelos en la lengua” está hecho para oyentes, nos queda grande
a todos, menos a los sordos.
Si tuviera
otra vida, una segunda oportunidad de hacer las cosas, volvería a meterme en el
mundo de los sordos. Aunque pensé que mejoraría sus vidas, terminé yo
enriqueciendo la mía.
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