viernes, 28 de agosto de 2015

Sordos

Para hablar de los sordos, primero tengo que hablar un poquito de mí. Hace un par de temas atrás, cuando hablé de las manos, dije que hablo en señas, pero la verdad es que conozco muy bien la Lengua de Señas Chilenas (LSCH)… Aunque creo que eso me queda chico. No sólo la conozco, la sé, la siento, la vivo. Hablo en señas chilenas como si fuera mi lengua nativa y la adoro. No sólo adoro la lengua en sí, sino que adoro quién soy cuando las uso… No contenta con esto, hace unos años, comencé a estudiar Lengua de Señas Americanas (ASL). Aunque no la manejo bien, sí la entiendo bien.

Aprendí LSCH hace unos 10 años, cuando recibí una invitación a participar en un curso gratuito. Curso, que por lo demás, llegué un año tarde porque me llegó un año tarde la invitación. Así que sólo estuve en dos clases. Pero lo más importante para mi no fueron las clases o la falta de ellas, sino el conocer a los sordos, su cultura, sus sonidos, sus palmetazos, sus abrazos, sus risas, su todo. A diferencia de otras culturas, a los sordos les gusta cuando un oyente comienza a estudiar su lengua… A la larga, somos los oyentes que sabemos señas lo que seremos sus interpretes después. Si la tarea quedara solo en ser intérprete, todo sería más fácil para el oyente, pero después uno termina siendo su voz, su confidente, su mejor amigo, su maestro, su lector de noticias y mucho más. Por eso dicen que los sordos son acaparadores… pero la verdad, es que estamos en un mundo de oyentes, no es su culpa, la culpa es nuestra, como sociedad, de creer que estamos preparados para la integración, cuando mentalmente no lo estamos.

Mientras uno más aprende señas, más conoce su cultura, más entiende sus problemas, más los ama y más sufre. Porque hablar señas va de la mano con ver injusticias, con querer defenderlos, pero ¿de quién? ¿No es acaso, defenderlos de nosotros mismos? Finalmente, los sordos estarían mejor en un país de sólo sordos…

De su cultura, hay muchas cosas escritas bajo el término “sordedad”, término que ellos mismos inventaron. Su cultura está relacionado con su idioma mismo, pero también tiene sentimientos contra los oyentes o inclusos contra los sordo-medio, que son los sordos que hablan.

Otro término de la cultura sorda es CODA (Child Of Deaf Adult), que es la cultura que tienen los hijos oyentes de padres sordos. Porque los coda también tienen una cultura, más que mal, a ellos les ha tocado defender a sus padres, enseñarles, traducirles, y muchas veces, simplemente mentirles para que no sientan mal.

En mis años en este mundo de sordos y sordedad, he conocido un par de matrimonios coda. Hay un matrimonio de coda que vive cerca de mis padres y cuando nos encontramos, siempre hablamos en señas, es que ese es su idioma natural. Pero eso no se ve siempre… o más bien, eso se ve muy pocas veces. En la mayoría de los casos, los coda se van muy jóvenes de la casa de sus padres y se avergüenzan de ellos.

Así que el mundo de los sordos es tan oscuro como el de los ciegos.

Pero no pretendía escribir este tema para deprimirme, sino para contar lo que los sordos me han dado, razón por la que los tengo presentes siempre.

Todas los sordos, interpretes, familiares de sordos y personas famosas tenemos una seña, un apodo, una manera en que nos identifican. Mi seña significa “no me importa”. Al principio era por mi pelo, pero luego el gesto se fue deformando. Por más que me esforzaba para que los sordos lo hicieran bien, simplemente cambio completamente el significado original. Cuando pregunté por qué mi seña la hacían como “no me importa”, me dijeron que cada vez que me molestaban, a mi me daba igual, todo me resbalaba, nada me importaba. Trate de defenderme, diciendo que no era verdad, pero no valió la pena. Sencillamente soy “no me importa”. A algunas personas le ponen una seña por algún defecto que tengan, si son pelados, esa será su seña. Así que por lo general las señas son de orejas, de lunares, de cortes de pelo, de color de pelo, de dientes, etc. Otros son de personalidad, como el mío. Otros son de profesiones, oficios o trabajos que hace la persona. La cosa es buscar algo que haga a esa persona diferente al resto.

Me impresiona que hablando un idioma que no era el mío, fueron capaces de saber quién era… No es verdad que todo me da lo mismo, pero es verdad, que minimizo algunas cosas, especialmente las cosas tontas. Así que ahora me siento completamente identificada con mi apodo.

La lengua de señas no tiene eufemismos y eso también enriquece mi forma de percibir el medio. Por ejemplo, si quiero contar una noticia, donde un chico de 16 años se suicido, en señas tendría que explicar cómo lo hizo. Podría decir “un joven de 16 años se ahorcó” o “un joven de 16 años se cortó las venas”, etc. No hay manera de minimizar lo que realmente ocurrió. Y cuando uno tiene que explicar esas cosas, uno tiene que hacer toda la mímica de poner una cuerda, hacer un nudo, poner la cabeza en el centro y luego cerrar los ojos y sacar la lengua. Sin eufemismos la cosa es más escalofriante. Aunque parezca que eso es malo, no lo es, porque el sufrimiento de otro se vive, se siente y eso nos enriquece como seres humanos.

La lengua de señas es rica en sentimientos, por eso muchas veces las prefiero para contar algo. Cuando las lágrimas no te dejan contar algo, las manos sí te lo permiten. Lo mismo cuando uno está tan feliz por algo. Como el español tiene tantos eufemismos, no siempre se puede explicar algo como uno lo ve, entonces uno se pone a hacer señas, mostrar alguna foto, indicar a alguien o simplemente terminar diciendo: “Es cierto, si quieres pregúntale a él”. Pero en señas no se necesita de otra persona para poder explicar algo grandioso, se dice y listo, todos se emocionan contigo. ¡Amo las señas!

Aunque este tema se llama “Sordos”, debo reconocer que se me ha pasado la mano hablando de su idioma, pero el idioma crea la cultura, por eso no es menor. Un sordo que no usa las señas, no tiene la cultura de sordo, no hay sordedad. Nuestro idioma nos forma, como las señas forman a los sordos. Razón por la que los sordos del mundo tienen la misma personalidad.

La personalidad del sordo es tan rica como su idioma. Como ya dije, los sordos son dependientes de los oyentes que los entienden, así que siempre se unirán a uno como una lapa. Además son generosos y podrían darnos el pan que tienen en las manos, sólo para mostrar gratitud o simplemente cariño. Pero lo que más me gusta de ellos, es su imaginación.

A la edad de 4 años, cuando todos pasamos por la época del “¿Por qué?” el sordo también la vive, la gran diferencia es que nuestros pacientes padres nos responden, mientras que el niño sordo ni siquiera sabe armar esa pregunta en señas y menos sus padres saben siquiera que el hijo el sordo. Entonces, ¿quién responde a sus interrogantes? Su imaginación. Si le preguntas a un sordo ¿Qué son las estrellas? Podrías enamorarte de su respuesta. ¿Por qué el cielo es azul? Fascinante. En esa exquisita imaginación, imaginan que les dijiste que hoy irías a su casa a las 17hrs. Entonces te espera y tú no llegas. La siguiente vez que se vean, sin dudar, te hará saber que te estuvo esperando. Y la verdad, es que no hay manera de convencerlo que tú nunca dijiste eso. Esa es su realidad, aunque para ti sea sólo su imaginación.

Algo que también adoro de los sordos es su sinceridad, quizás también tiene que ver con que su idioma no permite los eufemismos. Ellos podrían decirte que tal persona dijo algo malo de ti. Podrían decirte que estás más gorda que la última vez que te vio. Pueden decirte que estás más vieja. No tienen rodeos en decirte que vio a tu pareja con otra persona, etc. No lo hacen para hacerte daño, lo hacen porque son sinceros, porque siempre dicen la verdad. Por eso, cuando ellos mismos se equivocan, lo dicen abiertamente y piden perdón de corazón. Aunque el dicho “no tienen pelos en la lengua” está hecho para oyentes, nos queda grande a todos, menos a los sordos.

Si tuviera otra vida, una segunda oportunidad de hacer las cosas, volvería a meterme en el mundo de los sordos. Aunque pensé que mejoraría sus vidas, terminé yo enriqueciendo la mía. 

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