A medida
que empezamos a hablar, empezamos a hacer preguntas. Hay una edad en que
cualquier oración puede ser amenazada con la pregunta “¿Por qué?” Los padres se
las ingenian para respondernos, pero sin importar lo inteligente que sea la
respuesta, esta es amenazada una vez más. Es cuando nos preguntamos ¿Por qué el
cielo es azul? ¿De dónde vienen los bebés? ¿Qué son las estrellas? ¿De dónde
sale tanta agua al llover? Preguntas que nos ayudaron a aprender.
Después,
está la edad en que ya no queremos preguntar. Es aquí cuando los padres te
dicen: “No existen las preguntas tontas”. Tratan de convencerte de que si no
entiendes algo, es fundamental que preguntes a tu profesor y te prometen que
nunca quedarás como un tonto. Si te convencen de eso, pronto te desconvenceras.
Obvio que
hay preguntas tontas y obvio que uno queda como tonto si las hace. Por ejemplo,
cuando uno no entiende una talla. Al principio uno hace como que no escucho y
por eso no se ríe. Entonces alguien te repite y sigues sin reír. Buscas una
nueva excusa, pero no te queda otra que preguntar ¿Por qué se ríen? Ahora, ya
nadie se ríe del chiste, ahora todos se ríen de ti.
También
pueden considerarse como preguntas tontas: ¿estás aquí?, ¿ya llegaste?, ¿tienes
baño?, ¿me das agua?, ¿tienes frío?, ¿tienes calor? Obviamente estas preguntas
son tontas en algunos contextos. Porque es obvio que estoy aquí si me estas
viendo, llegué. Baño tengo y el agua no se le niega a nadie. Ahora, si estoy
tiritando o con los labios morados, es porque tengo frío. Y si se me hinchan
los dedos, estoy roja y transpirando, es porque tengo calor.
También
existen las preguntas que hacemos solo de muletilla, como por respeto, como el
famoso: “¿Cómo estas?” En realidad, no es que la pregunta sea tonta, sino que
la respuesta es la tonta. Porque, si no hay confianza, la respuesta siempre
será “bien”. Ahora, aunque a veces sí hay confianza, la respuesta es la misma
simplemente para no preocupar al resto. Pero lo más patético es cuando uno hace
la pregunta, y sin esperar la pregunta de vuelta, uno ya respondió “bien
también”. Es vergonzoso para uno, porque a nadie le importa como estas. Pero
también deja al otro mal, porque claramente no tiene modales. ¡Que cosa más
incomoda!
Con todo,
supongo que sin preguntas casi no habría dialogo. No habría debates. Y las únicas
personas que podríamos conocer son las autorreferente, las que no se callan
nunca, las que escriben blog o las demasiado extrovertidas. ¿Cuál es la gracia?
Las
preguntas bien pensadas son el principio de una buena conversación, el
principio de una buena amistad, incluso puede ser el principio de reconocer una
debilidad y una oportunidad para cambiar.
¿O es muy
tonto lo que estoy diciendo?
Todo lo escribiste tú? ... pregunta tonta.
ResponderEliminarLa introducción y la conclusión tiene un poco de plagio? ... pregunta tonta.
Si en parte es plagio... todo lo escribiste tú? ...
Me gustó la parte "las únicas personas que podríamos conocer son las que escriben blog"