domingo, 5 de julio de 2015

Dinámica de buses

A todo el mundo le gusta salir de casa, de la ciudad, respirar otro aire y despejarse. La manera más fácil y rápida que tenemos algunos, es ir al terminal y tomar un bus. Llegamos al terminal y las ofertas te llueven: “A Santiago en 10 minutos”, “Me quedan asientos para Los Ángeles”, “Saliendo a Concepción”, “Pasajes a Angol, directo”, etc. Algo te convence, compras el pasaje y esperas que llegue el bus.

Mientras esperas, el olor a cigarro barato se pega en la ropa. Entonces, ya no llegarás solo con olor a "sur", olor a humo, olor a leña. Ahora además hueles a cigarro barato, de ese que venden en cajetillas de a diez.

Por fin llega el bus, siempre un poco atrasado y sin pedir disculpas. Menos mal que estas ahí a la hora, porque si es uno el que se atrasa, pierdes el pasaje y no hay explicación que valga la pena, simplemente pierdes tu plata y a nadie le importa.

Pero bueno, te acercas a tu bus, que confirmas mirando el pasaje y el reloj amarillo que está en el parabrisas. Coincide tu hora con la del bus, vas para atrás, dejas tu maleta, te pasan ese ticket que sabes que perderás, subes al bus, y aun sabiendo que tu asiento está al final, miras la barra y buscas tu número puesto por puesto.

Te acomodas en el asiento, pones ese apoya piernas que es más incomodo que no usar nada. Esperas que no llegue compañía para el asiento de al lado, estiras los pies, te acomodas, cuando sorpresivamente sí llega tu compañía. Es muy gordo, tiene guagua o huele muy mal. Te haces la idea, das el asiento, miras al cielo y ruegas que se baje en la próxima parada… oraciones que parece que no tienen receptor…

Echas tu asiento para atrás, te pones tus audífonos y estas lista para ver la película. Empieza, y el sonido no era lo que esperabas, crees que son los audífonos, pero no, es la porquería del equipo de sonido del bus. Pero, el viaje es largo, peor es no escuchar nada. Eso crees, hasta que te das cuenta que la película no salvará tu viaje… No te queda otra que dormir.

Acomodarse para dormir en un bus, es todo un parto. Claro, ¿Quién puede estar cómodo si tiene a alguien desconocido al lado? El mal olor aumenta con el calor del bus. Porque ningún auxiliar que yo conozca sabe regular el aire acondicionado. ¡Viejo, si las ventanas están empañadas es porque se te paso la mano! Limpias la ventana con la cortina, que te dejan las manos tóxicas hasta que llegues a tu destino. Ahora sí que quieres dormir y entre un abrir y cerrar de ojos, bajarte de esta porquería. No te echas a morir, pero sientes que tus mini vacaciones no están saliendo bien.

Después que se te paso el mal humor, logras quedarte dormida y llegar a tu destino sana y salva. Quizás una hora después de lo que pensabas, pero ya estás. ¿Qué puede salir mal?

Te bajas del bus, te avalanchas en la lucha por bajar de los primeros o eres de los enfermos de relajados que bajan al final. Lo quieras o no, eres parte de la dinámica de bajar. Lo peor está por venir, ¿Dónde está el famoso ticket? En el bolsillo de la chaqueta no está, en el pantalón tampoco. ¡Ah! ¡Verdad! Está en el celular. Lo pegaste ahí porque sabias que era la única manera de no perderlo. En la pantalla no lo puedes pegar por el touch, así que lo pegas atrás. Lo despegas para entregárselo al auxiliar, que es culpable de que tu cara esté roja como un tomate. Y te das cuenta que te quedo pegamento del ticket en el celular. Pero ¡calma! Ya llegaste y estás a punto de tener tu maleta. No hay pegamento que no salga con un poco de saliva. Por fin, tienes tu bolso, entras al terminal, los gritos de ofertas de viajes y el olor a cigarro barato te informan que llegaste a tu destino. ¡Empiezan tus mini vacaciones!

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