A todo el
mundo le gusta salir de casa, de la ciudad, respirar otro aire y despejarse.
La manera más fácil y rápida que tenemos algunos, es ir al terminal y tomar un
bus. Llegamos al terminal y las ofertas te llueven: “A Santiago en 10 minutos”,
“Me quedan asientos para Los Ángeles”, “Saliendo a Concepción”, “Pasajes a
Angol, directo”, etc. Algo te convence, compras el pasaje y esperas que llegue
el bus.
Mientras
esperas, el olor a cigarro barato se pega en la ropa. Entonces, ya no llegarás
solo con olor a "sur", olor a humo, olor a leña. Ahora además hueles a cigarro
barato, de ese que venden en cajetillas de a diez.
Por fin
llega el bus, siempre un poco atrasado y sin pedir disculpas. Menos mal que
estas ahí a la hora, porque si es uno el que se atrasa, pierdes el pasaje y no
hay explicación que valga la pena, simplemente pierdes tu plata y a nadie le
importa.
Pero bueno,
te acercas a tu bus, que confirmas mirando el pasaje y el reloj amarillo que está
en el parabrisas. Coincide tu hora con la del bus, vas para atrás, dejas tu
maleta, te pasan ese ticket que sabes que perderás, subes al bus, y aun
sabiendo que tu asiento está al final, miras la barra y buscas tu número puesto
por puesto.
Te acomodas
en el asiento, pones ese apoya piernas que es más incomodo que no usar nada.
Esperas que no llegue compañía para el asiento de al lado, estiras los pies, te
acomodas, cuando sorpresivamente sí llega tu compañía. Es muy gordo, tiene
guagua o huele muy mal. Te haces la idea, das el asiento, miras al cielo y
ruegas que se baje en la próxima parada… oraciones que parece que no tienen
receptor…
Echas tu
asiento para atrás, te pones tus audífonos y estas lista para ver la película.
Empieza, y el sonido no era lo que esperabas, crees que son los audífonos, pero
no, es la porquería del equipo de sonido del bus. Pero, el viaje es largo, peor
es no escuchar nada. Eso crees, hasta que te das cuenta que la película no
salvará tu viaje… No te queda otra que dormir.
Acomodarse
para dormir en un bus, es todo un parto. Claro, ¿Quién puede estar cómodo si
tiene a alguien desconocido al lado? El mal olor aumenta con el calor del bus.
Porque ningún auxiliar que yo conozca sabe regular el aire acondicionado.
¡Viejo, si las ventanas están empañadas es porque se te paso la mano! Limpias
la ventana con la cortina, que te dejan las manos tóxicas hasta que llegues a
tu destino. Ahora sí que quieres dormir y entre un abrir y cerrar de ojos,
bajarte de esta porquería. No te echas a morir, pero sientes que tus mini vacaciones
no están saliendo bien.
Después que
se te paso el mal humor, logras quedarte dormida y llegar a tu destino sana y
salva. Quizás una hora después de lo que pensabas, pero ya estás. ¿Qué puede
salir mal?
Te bajas
del bus, te avalanchas en la lucha por bajar de los primeros o eres de los
enfermos de relajados que bajan al final. Lo quieras o no, eres parte de la
dinámica de bajar. Lo peor está por venir, ¿Dónde está el famoso ticket? En el
bolsillo de la chaqueta no está, en el pantalón tampoco. ¡Ah! ¡Verdad! Está en
el celular. Lo pegaste ahí porque sabias que era la única manera de no
perderlo. En la pantalla no lo puedes pegar por el touch, así que lo pegas
atrás. Lo despegas para entregárselo al auxiliar, que es culpable de que tu
cara esté roja como un tomate. Y te das cuenta que te quedo pegamento del
ticket en el celular. Pero ¡calma! Ya llegaste y estás a punto de tener tu
maleta. No hay pegamento que no salga con un poco de saliva. Por fin, tienes tu
bolso, entras al terminal, los gritos de ofertas de viajes y el olor a cigarro
barato te informan que llegaste a tu destino. ¡Empiezan tus mini vacaciones!
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